La crisis del euro durante el 2010 tuvo como consecuencia en España una fuga de financiación extranjera por una cifra cercana a 30.000 millones de euros, casi el 3% de producto interior bruto (PIB). Según los datos de la balanza de pagos publicados por el Banco de España, la huida se concentró, sobre todo, en los meses de mayo y junio, tras el rescate de la economía de Grecia. También huyeron inversores de España en los dos últimos meses del año, cuando se produjo el rescate de Irlanda, pero mucho menos, en parte quizá por la más rápida actuación del Gobierno, según los expertos. Los datos del Banco de España ponen de manifiesto que la banca y las empresas españolas sufrieron con toda su crudeza el cerrojazo de la financiación exterior. De los bancos se marcharon casi 30.400 millones y de las empresas españolas huyeron casi 19.000 millones de inversión extranjera. Frente a esto, la deuda de las Administraciones públicas en mano de inversores extranjeros aumentó en 20.367 millones, alentada por los elevados tipos de interés que se vieron obligados a ofrecer el Estado y las comunidades autónomas para compensar las dudas sobre la economía española. "Que haya una fuga de capitales evidentemente es malo» opina José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney. "Pero al menos la mayor inversión en deuda pública refleja que se ha mantenido la credibilidad del país". No obstante, este economista subraya que la huida de inversión del sector financiero tiene efectos muy nocivos para la economía, pues trae consigo "una mayor restricción del crédito a empresas y familias", perjudicial para la recuperación de la inversión y del consumo.