Serguéi Magnitsky era un abogado que representaba en Rusia los intereses de Hermitage Capital Management (HCM), un fondo de inversión estadounidense implantado en el mercado ruso y fundado por el estadounidense, con pasaporte británico, Bill Browder. Pese a que en un principio Browder apoyó la llegada de Vladímir Putin al poder, las relaciones con el Estado ruso se deterioraron en seguida, debido a que el propio Browder denunciaba periódicamente las prácticas corruptas de empleados y funcionarios en empresas estatales.

En el 2005, Browder fue expulsado de Rusia bajo la acusación de ser una amenaza para el país. Tras la expulsión, las estructuras del Estado ruso empezaron a presionar con registros a la sede moscovita de HCM y a las empresas asociadas, incautaciones de documentación y acusaciones de evasión fiscal, algo parecido a lo que había sucedido unos años antes con la petrolera Yukos y su patron, Mijail Jodorkovski, quien también se había enfrentado al presidente. Todo ello se produjo en un momento en que Rusia vivía una gran bonanza económica, y el interés mediático tras el colapso de la URSS había remitido.

Magnitsky defendió los intereses de Hermitage y de su empleador, Browder, y tras realizar varias investigaciones, llegó a la conclusión de que las acusaciones de fraude fiscal no eran más que una excusa para que la policía se incautara la documentación necesaria, la vendiera al crimen organizado quienes, con estas informaciones en la mano, planearon una gran estafa para hacerse con la propiedad de tres empresas, fingir que estaban sufriendo grandes pérdidas y reclamar de forma fraudulenta la devolución de 230 millones de dólares en impuestos previamente pagados. En esta operación involucró a policías, jueces, banqueros, funcionarios de Hacienda y miembros de la mafia rusa.

La respuesta a las acusaciones fue la detención de Magnitsky, acusado de colusión con Hermitage e ingresado en la prisión moscovita de Butyrka. Las condiciones eran muy precarias: no podía recibir visitas, se le encerraba en células cada vez más pequeñas y desarrolló numerosos problemas de salud. Finalmente, 11 meses después, cuando faltaban solo ocho días para que, según la ley rusa, tuviera que salir, Magnitsky falleció, según una primera versión debido a una ruptura de la membrana abdominal, aunque su certificado reconoce una herida craneal.

Según la veterana activista Ludmila Alexeyevna, del Grupo Moscú-Helsinki, debido a «torturas». En sus diarios en prisión, Magnitsky describe con terror como los investigadores le presionaban para que acusara a Hermitage. MARC MARGINEDAS