Nacido en Valverde de Leganés (Badajoz) el 14 de noviembre de 1949.

Profesional del comercio hasta que se dedicó por completo a la política.

Alcalde de L´Hospitalet de 1994 hasta abril del 2008, cuando se despidió del cargo con una ovación.

Ministro de Trabajo e Inmigración desde el 14 de abril del 2008.

El tiempo es frío en Madrid. El edificio del Ministerio de Trabajo en el paseo de la Castellana parece inmutable a pesar de los años. Pero en su interior, Celestino Corbacho caldea el ambiente al hablar abiertamente de la urgencia de llevar a cabo, con o sin acuerdo, reformas amplias del mercado de trabajo que aceleren la salida de la crisis. Advierte a los sindicatos y a la patronal de que se les acaba el tiempo para llegar a un acuerdo en el que no quiere vetos, ni siquiera sobre el despido aunque es partidario de dejarlo para una profunda reflexión a medio plazo.

--¿Le parece que ha mejorado el clima para intentar negociar otra reforma laboral?

--Sí, el clima es mucho más positivo que hace unos meses porque se está fraguando una confianza entre los sindicatos y los empresarios, que es una condición necesaria para mantener un diálogo social sostenido. Ahora están ultimando los detalles de esa negociación bipartita que espero que se pueda plasmar en un acuerdo en el plazo que se dieron, que acaba a final de diciembre, para reanudar el diálogo tripartito inmediatamente.

--¿Quién tiene más presión ahora, los sindicatos?

--Todos tenemos conciencia de que no podemos seguir eternamente en un desencuentro. Se puede discrepar unos meses, pero no tanto tiempo. Si no se reanuda la negociación, el Gobierno convertirá el diálogo social en consulta porque no podemos esperar más tiempo a tomar medidas para salir de la crisis.

--¿Las líneas rojas se han difuminado o ya son innecesarias porque todos las conocen?

--Si partimos de dos principios no harían falta ni perímetros ni líneas rojas. El primero es la necesidad de un diálogo social estable y permanente. El segundo es que esta crisis nos obligará a hacer reformas en un sentido muy amplio y por tanto el diálogo ha de tener una agenda muy abierta. Por complejos que sean algunos temas no significa que no se tengan que discutir. Nada tiene que estar prohibido pero no todo tiene que estar condicionado a una sola condición.

--Considera que la petición de abaratar el despido ha perdido intensidad.

--La crisis pone de manifiesto que las cosas son suficientemente complejas y cambian tan rápido que ya no hay una sola medida para resolver los problemas. Si hacemos un análisis comparado, en España es más caro despedir que en otros países, pero en esos países es mucho más difícil porque no se puede hacer sin causa, como en Francia. Donde el despido es barato, es muy difícil despedir y los sistemas de protección son altos. En España es una decisión unilateral del empresario que, previo depósito de la indemnización, puede despedir en 48 horas. En España existe despido libre indemnizado. No se puede rebajar la extinción sin poner más trabas y sin hablar de las causas y la protección social. Son temas complejos, por lo que razonablemente, si hay que tocarlos, es mejor estudiarlo serenamente.

--¿Hay que aplazar la reforma del despido?

--Sí, porque rebajar el despido no crea empleo, no estimula la contratación, solo reduce los costes para las empresas que recortan plantilla. El empleo se generará cuando se anime el consumo, y para eso hace falta confianza de los ciudadanos o condiciones propicias como descuentos. También ayudan a crear empleo las bonificaciones a los contratos para ahorrar costes al inicio de la relación laboral, no al final.

--Una de las reformas en la mesa es la reducción de las modalidades de contratos o la creación de un contrato anticrisis.

--El mercado laboral español tiene una dualidad. Un 30% tiene contrato temporal, siete millones de personas que entran y salen del mercado. Esos contratos son de una flexibilidad enorme y no generan derechos a futuro y se extinguen con ocho días de indemnización. Otra parte tiene un contrato fijo. España no debe tener esa dualidad que afecta más a los jóvenes. Hay que buscar un modelo que supere la dualidad para ir a un modelo de contratación más estable. España necesita un régimen de contratación temporal, pero hay que ver las fórmulas para ajustarse a la temporalidad real.

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