Llegó la hora de la verdad para el sector textil. El gigante chino tiene desde ayer, 1 de enero, las puertas del mercado mundial abiertas para inundar los comercios con ropa y tejidos a precios sin competencia. El Gobierno de China ha anunciado que pondrá en marcha un arancel del 1,3% de media para frenar las exportaciones de menos calidad y tranquilizar así a los países occidentales, que temen que el país asiático conquiste la mitad del mercado mundial.

El nuevo canon gravará, durante los próximos tres años, productos como ropa interior, de cama, abrigos, vestidos y blusas, según informó la Administración General de Aduanas.

El Gobierno chino sale al paso de las presiones ejercidas por países que ven peligrar sus fábricas por la invasión de ropa china. EEUU y Turquía se plantean utilizar una cláusula para imponer de nuevo cuotas de importación, y la Unión Europea hará un seguimiento permanente de las importaciones orientales.

Los empresarios españoles han reaccionado con frialdad y recelo al arancel en China. "Es un cuento chino", afirmó el presidente de la patronal Consejo Intertextil, Adri Serra, que añadió que no tendrá efectos sobre exportaciones de productos con "precios ridículos".

El sector español afronta el periodo de liberalización comercial en pleno ajuste. Entre enero y noviembre se habían perdido 13.341 afiliados a la Seguridad Social y la producción bajó una media del 6% hasta octubre. El sector había previsto unos 15.000 empleos menos y la desaparición de unas 400 empresas.

China puede ser además una oportunidad de negocio. Una élite que busca producciones masivas cuenta ya con fábricas, propias o subcontratadas, en China. El grupo Dogi es uno de los pioneros gracias a la compra en el 2001 a la multinacional Sara Lee de tres fábricas de tejidos elásticos en China, Tailandia y Filipinas que le hacen vender en Asia un 31% de su producción.