La anhelada recuperación del consumo interno en China insufla más optimismo a un ejercicio que se presagiaba calamitoso mientras el conjunto asiático se prepara para un aluvión de nueva pobreza. Las tendencias certifican que China es un continente en sí mismo y que la salud económica exige la expulsión del coronavirus.

Las ventas al por menor subieron cinco décimas porcentuales en agosto con respecto a las del pasado año. Es una expansión tan modesta como valiosa. No sólo es la primera desde que la pandemia gripó la economía sino que en el mercado doméstico pretende asentar Pekín su recuperación cuando un contexto internacional tan hostil como voluble castiga las exportaciones. El Gobierno no ha escatimado estímulos como cupones, descuentos y subsidios para vencer las reticencias de un pueblo de centenaria tradición ahorradora.

El país suma más de un mes sin contagios locales y disfruta de algo parecido a la vieja normalidad. Los chinos se aprietan en bares y restaurantes sin miedo y a menudo sin mascarillas, los cines acaban de elevar el aforo máximo permitido del 50 al 75%, está desbocado el turismo interno por las restricciones al exterior, los vuelos nacionales alcanzan el 90% del volumen prepandémico y las ventas de automóviles, que ya acumulaban cinco meses de incrementos, disfrutaron de un aumento en agosto del 11%, el mayor en dos años.

El consumo ha sido la última variable en dejar el rojo tras la anterior mejoría de la producción industrial, que se elevó en agosto un 5,6%, o el mercado de trabajo. China ya creció el pasado trimestre el 3,2%, tras el anterior derrumbe del 6,8%, y las perspectivas anuales rondan el 2%. Con la pandemia controlada y la receta para liquidar con urgencia los rebrotes, todo apunta a que China salvará su año más complicado.

"Será mejor de lo que esperábamos, especialmente si vemos lo que pasa en el mundo", corrobora Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico de Natixis. A la analista, sin embargo, le inquieta el elevado riesgo del sistema financiero: "El regulador está tomando medidas para controlar la evolución de los conglomerados financieros, cada vez hay más dudas sobre la colocación de bonos, el ICBC -uno de los cuatro grandes bancos chinos- ha tenido muchas dificultades para su última emisión de equity offshore".

LA PRIMERA RECESIÓN EN SEIS DÉCADAS

El cuadro asiático permite menos matices. El coronavirus causará una hecatombe, según las conclusiones del Banco de Desarrollo Asiático (ADB, por sus siglas inglesas). La zona que concentra el grueso del crecimiento económico global sufrirá este año su primera recesión en seis décadas, con un 0,7% negativo, y ni siquiera la prevista recuperación del 7% en el siguiente arreglará el desastre.

La traducción del macro a la calle se antoja dramática con el fin del retroceso de la pobreza de las dos últimas décadas. Antes de la pandemia se calculaba que a finales de este año contaría Asia con 114 millones de pobres menos, si tomamos el estándar de 1,9 dólares diarios, o de 734 millones, si aplicamos el de los 3,2 dólares diarios. Los nuevos cálculos presagian que terminará el año con 192 u 896 millones de pobres más, según los baremos anteriores.

La recesión alcanzará a las tres cuartas partes de los países y será más acusada en el sur y sureste asiático. Malasia, Filipinas, Singapur y Tailandia, que ya padecieron contracciones de dos dígitos en el último trimestre, terminarán con un 5 % negativo. Inquieta aún más India, la economía de crecimiento más vigoroso antes de la pandemia, y que caerá este año un 9%.

India, además, resume el dilema irresoluble para los gobiernos de la zona. Los primeros embates del virus obligaron a Delhi a decretar un confinamiento estricto que hubo de levantar pocos meses después al comprobar que condenaba al hambre a buena parte de su pueblo. India superó esta semana los 50 millones de contagios.

El ADB consigna como brotes verdes las caídas de las exportaciones menores que en el resto del mundo gracias a la demanda del material médico que produce y los 3,6 billones de dólares, equivalentes al 15 % de la riqueza de la zona, que han destinado los gobiernos a políticas fiscales de estímulo. Pero el grueso de esa cifra, matiza García-Herrero, corresponde a Japón y Corea. "Los países de Asia emergente han sido muy precavidos con las medidas fiscales porque temen que no puedan financiarlas, especialmente los que tienen cuentas corrientes negativas como Indonesia o India".

El contexto empuja a elegir entre la opción mala y la peor. "No pueden ordenar confinamientos tan rígidos porque carecen de medios para reducir el impacto económico. No queda otra alternativa que el modelo indio de exponer a la población a pesar de la amenaza de coronavirus. Y aún así, el daño económico será enorme", vaticina.