Puntualmente, cada principio de mes, el Ministerio de Finanzas de Rusia actualiza y difunde en su página web dos datos de suma importancia para la viabilidad, a corto y medio plazo, de la economía rusa, dos variables examinadas con lupa por periodistas, economistas y funcionarios occidentales. Se trata de las cantidades que atesoran los dos fondos soberanos con que cuenta el país -los así llamados Fondo de Reserva y Fondo Nacional de Inversión- que se nutren de los ingresos impositivos procedentes del sector de los hidrocarburos, y que sirven de colchón al Estado para tapar agujeros presupuestarios y financiar gastos sociales, independientemente de los vaivenes económicos del momento.

Pero el llamado 'jergón del Kremlin' lleva dos años en fase menguante, exactamente desde que comenzaron los avatares respecto al precio del petróleo, comprometiendo a medio plazo, según numerosas voces agoreras, las posibilidades de Moscú de mantener el pulso que le enfrenta a Europa y EEUU. Las últimas previsiones de la máxima institución económica rusa dan a entender que la independencia financiera del país podría verse comprometida en tres años si en este periodo Moscú no lograba aumentar partidas de ingresos o reducir gastos en unas arcas federales muy baqueteadas ya por el crudo barato.

ACENTUADA CAÍDA DE LAS RESERVAS

Si en septiembre del 2014, fecha previa al inicio de la crisis ucraniana y del desplome petrolero, el Fondo de Reserva, creado, según estipula el propio Gobierno ruso, para "garantizar la financiación de los gastos del presupuesto federal y mantener el equilibrio de las finanzas públicas en caso de una caída de los ingresos" de hidrocarburos, acumulaba en su haber alrededor de 90.000 millones de dólares, esta cifra se había reducido en dos tercios en octubre pasado, última fecha disponible, y apenas superaba los 32.000 millones.

En verano pasado, en un solo mes, el capital acumulado se redujo un 16%, debido a un reintegro -el tercero del 2016- de unos 6.000 millones de dólares, convertidos en rublos para aliviar el déficit presupuestario. Más aún, según las previsiones del propio Gobierno ruso, los 32.000 millones se transformarán en 15.200 millones a finales del presente ejercicio, y se agotarán en algún momento del 2017. Una situación muy alejada de la que existía a principios del 2008, en el clímax de expansión de la economía rusa, con un precio del barril de crudo rondando los 150 dólares. Las reservas ascendían por aquel entonces a 142.000 millones de dólares.

FONDO DE LAS PENSIONES

La depauperación del Fondo de Reserva obligará a las autoridades de Moscú a recurrir al Fondo Nacional de Inversión. Y ello, pese a que el objetivo declarado de este último capital no es tapar boquetes en las arcas públicas, sino respaldar la "viabilidad del sistema de pensiones". Además, tiene un grado de liquidez menor que el Fondo de Reserva, ya que una parte importante del mismo ha sido invertida en proyectos a largo plazo, limitando las cantidades que pueden ser reintegradas.

Con una parte del Fondo Nacional de Inversión inmovilizado, los expertos calculan que, de no cambiar las cosas, Rusia podría contar hacia finales del 2019 con tan solo 7.600 millones de dólares como remanente financiero de urgencia.

Llegado a este punto, existe disparidad de opiniones acerca de las acciones que podría seguir el Gobierno. Según declaró a Bloomberg Vladímir Miklashevsky, analista de Danske Bank, "el déficit será financiado a través de otras fuentes, o debilitando al rublo en un caso extremo". El viceministro de Finanzas, Alekséi Lavrov, ha hablado de "préstamos nacionales". El endeudamiento exterior no se descarta, pero ello está sujeto a la evolución de las tensiones con Occidente. A modo de prueba, en septiembre Rusia emitió deuda en Eurobonos por valor de 1.250 millones de dólares.