El Parlamento Europeo declaraba hace unos días «la situación de emergencia climática y medioambiental» en Europa y pedía medidas para afrontar esta urgencia. Los países tratan de facilitar y encauzar la acción a través de la Cumbre del Clima en Madrid (COP25), mientras las empresas energéticas aprovechan la ola para proclamar su bautismo verde.

La concentración media mundial de dióxido de carbono (CO2) alcanzó el año pasado un nuevo máximo histórico de 407,8 partes por millón, 2,3% más que en el 2017, según los datos de Naciones Unidas. Y en el 2019 no está previsto que se rebajen estos resultados, según un informe del Global Carbon Project que advierte que se incrementarán un 0,6%. El sector que más emisiones genera es el energético por razones obvias: el uso de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural).

Según el Observatorio de la Sostenibilidad, empresas como Endesa, Repsol, Naturgy y EDP fueron las más contaminantes de España en 2018, un ránking que completan Arcelor Mittal, Cepsa, Viesgo, Iberdrola, Cemex y Lafarge-Holcim. Entre todas produjeron el 25% de las emisiones totales de CO2 (un 16% menos que un año antes).

La mayoría de las empresas energéticas ha ido flirteando con el cambio a través de la diversificación de sus negocios -las petroleras introduciéndose en el sector eléctrico y apostando por electrolineras y las eléctricas con su inversión en renovables-, pero es ahora cuando empiezan a tomárselo un poco más en serio. O eso proclaman con la COP25 en casa, algunas como patrocinadoras de eventos y otras proclamando sus buenas intenciones.

Repsol decidió avanzar esta semana que el plan estratégico 2021-2025, que verá la luz en el primer semestre del 2020, fija como objetivo las cero emisiones netas en el 2050. La compañía promete más inversión en renovables, mayor apuesta por los biocombustibles y más puntos de recarga (esta semana también anunció la compra de una red de 1.300 puntos a Ibil).

Y parece que va en serio, pues ha realizado una corrección del valor contable de sus activos de exploración y producción de hidrocarburos en EEUU y Canadá con un impacto en sus cuentas de unos 4.800 millones de euros. Eso sí, sin incendiar el dividendo ni la caja.

ELÉCTRICAS / Las petroleras lo tienen más difícil en la transición porque el corazón de su negocio es el petróleo, aunque empiezan a bajar los humos. La Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP), que integra a Repsol, BP, Cepsa, Galp y Saras, propuso hace un mes transformar las refinerías para sustituir buena parte del crudo por materias primas bajas en carbono como el hidrógeno verde, residuos o CO2, para crear combustibles ecológicos.

Endesa e Iberdrola son patrocinadores oficiales de la Cumbre del Clima y casi omnipresentes esta semana en todo lo que sucede alrededor de Ifema. Iberdrola aprovechó el día antes de la cumbre para recordar que cerrará las dos centrales de carbón que le quedan y se ha puesto como objetivo ser neutra en carbono en el 2050 e instalar 10.000 nuevos megavatios renovables antes del 2030.

Un poco más le ha costado el cambio a Endesa, que hasta hace unos meses pretendía seguir con sus planes de carbón. En septiembre, dio carpetazo a dos de las plantas más contaminantes de la península: As Pontes (La Coruña) y Litoral (Almería) con un impacto en sus cuentas de 1.300 millones.

Más discreta ha estado esta semana Naturgy, la primera eléctrica en depreciar activos de generación convencional. La antigua Gas Natural hizo un ajuste de 4.900 millones en activos nucleares, centrales de carbón y ciclos combinados.

Por último, empresas como Acciona o la Unión de Empresas Siderúrgicas (Unesid) también salieron al paso de la cumbre con promesas de bajadas en sus emisiones esta semana.