Atenas cumplió ayer al final con los deberes que le impuso la comunidad internacional y esta le felicitó por su segundo plan de austeridad, que representará un ahorro de 4.800 millones de euros, imprescindible para reducir su abultado déficit presupuestario y para ganar credibilidad entre sus socios. El Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y varios países europeos, como Alemania, se congratularon por las medidas aprobadas por el Gobierno socialista de Giorgos Papandreu.

Atenazado entre la espada de la comunidad financiera internacional y la pared de sus conciudadanos, Papandreu aprobó un plan de choque que, entre otras medidas, prevé el aumento de varios impuestos (entre ellos, el IVA), la congelación de las pensiones, el recorte de los salarios de los funcionarios y la reducción de la inversión en obras públicas y educación.

El FMI calificó de "muy sólidas" las medidas fiscales de Atenas e instó al Gobierno griego a "desarrollar y aplicar pronto reformas importantes para estimular la productividad y el crecimiento". José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, también se mostró satisfecho y expresó la "solidaridad" de los otros 26 socios europeos de Grecia, aunque siguió evitando ir más allá a la hora de precisar si esta felicitación se traduciría en dinero para las exhaustas arcas griegas. "Los instrumentos concretos de ayuda serán presentados en su momento", dijo, saliéndose por la tangente, Barroso.

Estas vaguedades de la Unión Europea y de una de sus locomotoras, Alemania, impacientan a Papandreu, quien, después de explicar cómo apretaría más el cinturón de sus presupuestos, advirtió a sus sus socios de que recurriría al FMI si no recibe el apoyo que necesita de Bruselas, Berlín y París. Este aviso de Atenas llegó cuando arreciaban los rumores acerca de un plan de rescate comunitario para Grecia que impida la bancarrota del país o que el Gobierno recurra al FMI, dos escenarios poco alentadores para la fortaleza y el prestigio mundial del euro.

La cancillera alemana, Angela Merkel, que culpó el pasado domingo a Grecia de que la moneda única europea esté pasando por los peores momentos de su historia, se entrevistará mañana en Berlín con Papandreu, quien el domingo será recibido por Nicolas Sarkozy. Medios financieros griegos han informado de que París y Berlín podrían estar estudiando un plan para ayudar a Atenas a emitir nuevas obligaciones del Estado para refinanciar su deuda, que supera los 300.000 millones de euros, que representa el 113% del producto interior bruto de Grecia.

Además de enfrentarse a la desconfianza y el escepticismo de las autoridades políticas y económicas europeas, Papandreu debe combatir una importante resistencia de la opinión pública en su país. Si a los recortes anunciados en febrero los sindicatos reaccionaron con una huelga general, las nuevas medidas espartanas han sido recibidas con indignación. Tras reunirse ayer con el primer ministro, la cúpula del sindicato de funcionarios ha convocado una huelga para el 16 de marzo, en protesta por el tijeretazo que sufrirán sus salarios y los gastos en las empresas estatales. La tensión social volvió a palparse ayer en el centro de la capital, donde una concentración de jubilados que se manifestaban contra la congelación de sus pensiones fue dispersada por fuerzas antidisturbios. La Confederación de Trabajadores, el principal sindicato, tildó las medidas de "unilaterales" y "carentes de justicia social" y el Partido Comunista llamó a los ciudadanos a no acatar las medidas y a protestar.

Frente a las quejas sindicales, el Parlamento helénico decidió ayer crear un "fondo de apoyo" para reducir la deuda estatal. Se nutrirá de las sumas de dinero voluntarias que quieran aportar "todos los ciudadanos en Grecia o en el extranjero", según informó el presidente de la Cámara, Filippos Petsalnikos, tras reunirse con el presidente del país, Carolos Papulias. El Parlamento debatirá mañana el plan de choque del Ejecutivo, que será aprobado sin problemas.