Las familias han dejado de ser ahorradoras netas y las entidades financieras españolas no logran captar los fondos que necesitan para atender la demanda de créditos, por lo que tienen que buscar el dinero fuera del país. En el último año, los préstamos a familias han crecido el 18,7%, mientras sus depósitos --principal fuente de liquidez de bancos y cajas para ofrecer préstamos-- apenas han subido el 8,3%.

Mientras que las familias acumulan una deuda de 651.168 millones de euros, sus depósitos apenas suman 497.733 millones, con datos del segundo trimestre del 2005. En el 2004, por primera vez, el ahorro financiero total de las familias fue inferior, en 3.261 millones (el 0,4% del PIB), al de la demanda de créditos. En lo que va de año, las cifras son más contundentes. Sólo en los seis primeros meses, los activos de las familias son 4.685 millones más bajos que sus pasivos.

En los doce últimos meses, el ahorro financiero total de las familias apenas ha crecido el 9,39%, mientras que sus créditos lo han hecho el 18,7%, según las cuentas financieras del Banco de España. En particular, los depósitos sólo han crecido el 8,3%.

MENOS DEPOSITOS Desde el año 2002, bancos y cajas de ahorros captan menos por depósitos de lo que prestan a los particulares. El desfase se debe cubrir con apelaciones al capital extranjero, sobre todo de la zona euro. Las entidades están "importando" el ahorro que les sobra a los europeos en forma de créditos en el mercado interbancario, de emisión de títulos de renta fija y de titulaciones hipotecarias, que permiten transferir al exterior la titularidad de créditos.

El gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, ha expresado su preocupación por "los nuevos riesgos" que provoca esta situación para las entidades financieras. "La expansión de la demanda doméstica y el desequilibrio exterior que genera ha conllevado un aumento notable tanto de la cartera crediticia como de los pasivos frente al exterior del sector bancario residente, que ha aumentado la complejidad de la gestión y control de riesgos, de un modo que no puede pasar desapercibido a quienes tenemos la tarea de velar por la buena salud y eficiencia del sistema financiero español", ha afirmado Caruana.

De momento, el fuerte crecimiento de la demanda de crédito empieza a limar el índice de solvencia de las entidades financieras que, no obstante, sigue muy por encima de los mínimos exigidos. En el 2004, el coeficiente de solvencia cayó al 10,3%, el nivel más bajo desde 1993.

EL LADRILLO, DESENCADENANTE La fortaleza de la demanda interna, consumo e inversión, está en el origen del abultado déficit exterior de España, que en junio ya alcanzó un nivel histórico del 7,5% del producto interior bruto (PIB) y que al final de año puede llegar al 8%. Este es el volumen de capital extranjero que hay que importar para poder financiar la inversión española, dado que el ahorro es insuficiente.

La mayor parte de esta inversión es en construcción. Casi el 60% de los créditos van al sector inmobiliario o a la compra de vivienda. El crédito total a empresas y familias crece a tasas cercanas al 20%. En particular, el destinado a compra de vivienda crece el 21,6% y el de promotores, el 43%. Si se excluye el sector inmobiliario, la financiación a actividades productivas sube el 10%.

En el pasado, un déficit exterior como el que existe ahora en España, cercano al 8% del producto interior bruto (PIB), habría requerido una subida de tipos de interés (para frenar la demanda interna y las importaciones) y la devaluación de la moneda. Pero, desde que España forma parte de la Unión Económica y Monetaria, la soberanía sobre la política de tipos ha sido cedida al Banco Central Europeo (BCE).

Gracias a esta nueva regla de juego, "la economía española no se va a paralizar por culpa del sector exterior", explicó recientemente el secretario de Estado de Economía, David Vegara. Además, un país como España, que tiene la calificación más alta por parte de las agencias internacional de riesgos, con unas entidades financieras entre las mejores del mundo, no va a tener demasiados problemas para importar capitales con los que financiar sus necesidades, añadió.

Pero ya se está pagando un precio en forma de pérdida de empleo. La diferencia entre las fuertes importaciones y las débiles exportaciones --el déficit comercial-- trasluce un problema de competitividad de la economía española, admitido por el propio Vegara, y se está pagando por ello en forma de destrucción de empleo en los sectores desbordados por las importaciones.