Nuevo foco de alarma en el mercado. El continuado derrumbe de la lira turca en lo que va de año se ha acelerado en los últimos días, lo que ha incrementado los temores sobre el país que albergaban desde hace meses los grandes inversores internacionales. La situación se agravó ayer después de que se conociese que el BCE lleva dos meses vigilando a los bancos comunitarios más expuestos a Turquía (entre ellos el BBVA) y de que Estados Unidos tomase represalias comerciales contra el país.

La moneda llegó ayer a bajar hasta un 14,6% frente al dólar, su mayor retroceso desde el 2001, hasta marcar un nuevo mínimo histórico. En lo que va de año acumula una devaluación de en torno al 35%, que se suma a la pérdida de un cuarto de su valor del 2017. El precio de los seguros frente a posibles impagos de la deuda del país se ha disparado un 109% en el 2018.

El desplome de la divisa se explica por el temor a un sobrecalentamiento de la economía; el creciente autoritarismo del presidente, Recep Tayyip Erdogan; y la tensión con Estados Unidos. La inflación se disparó al 15,8% en julio, casi el triple que el objetivo del banco central turco, y los expertos estiman que la institución debería subir tipos para combatirla. Sin embargo, Erdogan se ha proclamado «enemigo» del encarecimiento del precio del dinero. Las dudas sobre la política económica y la independencia del banco central se han disparado desde que el presidente nombrase en junio a su yerno ministro de Finanzas y del Tesoro y se otorgarse el poder de elegir directamente al gobernador de la autoridad monetaria.

INDEPENDENCIA / A ello se suma la creciente tensión con Estados Unidos. La Administración Trump no ha deportado a Turquía al clérigo Fethullah Gülen, residente desde 1999 en el país y a quien Erdogan acusa de estar detrás del intento de golpe de Estado del 2016. El pastor evangélico estadounidense Andrew Brunson, por su parte, se enfrenta a una condena de hasta 20 años de cárcel en Turquía acusado de terrorismo por su supuesta relación de Gülen con el movimiento de liberación kurdo. La decisión de la justicia turca de hace unos días de no liberarle de su arresto domiciliario llevó a Estados Unidos a imponer sanciones a los ministros turcos de Interior y Justicia, represalias a las que Erdogan ha prometido responder.

El enfrentamiento subió ayer un nuevo peldaño. Trump anunció por twitter que ha aprobado una aumento de los aranceles al acero y al aluminio turcos hasta el 50% y el 20%, respectivamente. En respuesta, Erdogan ha llamado a los otomanos a «no perder la guerra económica» y a ha instado a que «aquellos que tienen euros, dólares u oro bajo sus almohadas vayan a cambiarlos por liras». Ante esta escalada, de nada ha servido que el ministro de Finanzas haya prometido avanzar hacia un modelo económico de mayor estabilidad financiera y con «completa independencia» de la política monetaria.

El Ministerio, precisamente, trató infructuosamente el jueves de lanzar un mensaje tranquilizador al asegurar que el PIB crecerá entre un 3% y un 4% este año (en junio creció al 7,4%). También afirmó que el déficit por cuenta corriente estaría por debajo del 4%.

MÁS VIGILANCIA / Así las cosas, el BCE ha estrechado su vigilancia sobre los bancos europeos más expuestos a Turquía, aunque cree que la situación aún no es crítica, según publica el Financial Times. Los más importantes son el italiano Unicredit y el francés BNP Paribas, además del BBVA. El banco español es dueño del 49% del Garanti, el mayor banco privado del país, que aporta el 14% del beneficio del grupo. La entidad presidida por Francisco González lleva tiempo lanzando un mensaje de tranquilidad: sigue apostando por el país por la calidad de su banco y por su experiencia en gestionar entornos volátiles.