La economía japonesa sigue autista a los continuos estímulos de su Gobierno. El último trimestre de 2015 registró una caída del 0,4 % respecto al anterior y dejó el crecimiento anual en apenas cuatro décimas, según los datos del Banco de Japón. Las cifras confirman las dudas sobre las 'Abenomics', esa fórmula revolucionaria llamada a reflotar una economía gripada durante dos décadas pero que agotó sus efectos poco después de su aprobación a finales de 2012.

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El PIB japonés tampoco ha podido huir en los últimos años de la alternancia de repuntes tímidos y recesiones. La mitad de los trimestres del pasado año registraron crecimientos negativos, por lo que los expertos juzgan que las cuatro décimas positivas no son un saldo del todo malo.

Los decepcionantes resultados del último trimestre se explican por la caída de medio punto porcentual del consumo de los hogares. Por el contrario, el comercio exterior en su conjunto subió una décima a pesar de que la exportaciones cayeron un 0,2 %.

Tokyo intentó relativizar aludiendo a que “los datos fundamentales siguen siendo buenos”, aunque la percepción general es menos optimista. Los expertos han alabado la política agresiva del primer ministro, Shinzo Abe, opuesta a la microcirugía de sus antecesores, pero preocupa que se le estén acabando los recursos. La última recesión llega después de que el banco central sorprendiese a los mercados en enero aprobando tipos de intereses negativos para penalizar a los bancos que inmovilizan el capital y estimular el flujo económico. Bancos centrales pequeños como el suizo o el danés ya habían iniciado esa senda, pero el único antecedente de gran entidad hasta entonces era el Banco Central Europeo. Tokyo fijó la tasa de depósitos a un día en un 0,1 % negativo y advirtió de que podría recortarla aún más si las condiciones lo aconsejaban.

Japón aprobó tres años atrás las célebres 'Abenomics', que consisten en una política fiscal expansiva, la relajación de la política monetaria y las reformas estructurales de un padrón caduco. Se pretendía que subieran los precios y los beneficios de las empresas para que estas aumentasen la contratación. El plan funcionó en un principio: la devaluación del yen multiplicó las exportaciones, desapareció el temor a la deflación y la bolsa respondió con crecimientos. Aún hoy el país disfruta de unos niveles de empleo casi pleno, pero el consumo interno, los salarios y la inversión han subido menos de lo esperado. El objetivo principal de elevar al 2 % la inflación parece hoy quimérico cuando Tokyo tiene prevista una nueva subida de los impuestos al consumo.

Otros factores recientes, como la revalorización del yen frente al dólar en un 4 % o las caídas bursátiles, han torpedeado el desarrollo de la economía. El patrón japonés sigue dependiendo en gran parte de sus exportaciones, castigadas por el declinante crecimiento económico chino y la crisis global. La débil demanda interna y externa explican que la producción industrial cayera en diciembre un 1,7%.