Hay miedo a una recaída de las economías en la segunda mitad del 2010 y los países que se lo pueden permitir están pensando en volver a echar mano de las medidas de estímulo, sin hacer demasiado caso de los compromisos de austeridad asumidos por todas las potencias en Toronto, en la reunión del G-20 de junio. Para España, esta opción es un lujo que no parece al alcance.

En EEUU la venta de casas se hunde (27% menos en julio) después de la retirada de las ayudas y la economía está mucho más débil de lo esperado. El presidente Barack Obama sopesa ahora prorrogar las rebajas de impuestos a las clases medias y su banco central prepara una nueva inyección de liquidez. Japón ha aprobado medidas para fortalecer su moneda e impulsar el empleo y el consumo. La zona euro avanza más de lo esperado, con el empuje de Alemania --que crece al 3,7% anual, ajena al duro recorte del gasto social que se avecina-- y pese al lastre de España (farolillo rojo de la zona euro).

CUESTION DE CONFIANZA En España, las ventas de coches se han hundido en julio (-24,1%) y agosto (-23,8%), tras el agotamiento de las ayudas y por la subida del IVA. Y es solo un ejemplo. El Gobierno sabe que va a tener que pagar un duro precio a corto plazo por las medidas de ajuste del gasto y de subida de impuestos. La previsión de nuevo paro para el 2010 se elevó en 92.000 personas tras el ajuste; la del 2013, en 160.000. Sin embargo, volver a las medidas de estímulo es algo impensable para el Gobierno.

El secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, considera que lo importante es que cada país valore qué gana si mantiene una medida de estímulo y qué gana, en términos de confianza, si la retira.

Economía entiende que la consolidación fiscal no solo es garantía de crecimiento a largo plazo, "sino que es coherente con la perspectiva de crecimiento a corto plazo", afirma Campa. Ello es porque la austeridad "genera una confianza y una disminución en el coste de financiación de nuestra economía, a través de las primas de riesgo que estimula la actividad de la demanda privada".

La prueba de esta teoría es que para las empresas españolas empieza a ser más fácil captar la financiación que necesitan. Otra prueba es el ahorro que espera lograr el Gobierno en el pago de intereses de la deuda pública en el 2011 que va a permitir aumentar en hasta 700 millones la inversión pública del 2011.

"No nos podemos permitir repensar la retirada de estímulos en España", asegura Guillermo de la Dehesa, presidente del Observatorio del Banco Central Europeo. La economía de EEUU es diferente. "Pero en España tenemos que hacer el ajuste necesariamente, nos lo han impuesto los mercados", añade, en alusión a los imposibles tipos de interés que tendría que pagar la deuda pública y privada de romperse el compromiso de austeridad. En las antípodas está la izquierda política y sindical, para quienes la ausencia de estímulos hundirá la débil economía española.

ENTERRADO BOCA ABAJO Para el líder de UGT, Cándido Méndez, "es como aquel medio muerto que enterraron por error boca abajo y que cuanto más escarbaba, más se hundía". Y opina: "El problema no es gastar menos, porque vamos a gripar. El problema es recaudar más, a través de una reforma fiscal, y mantener los estímulos".

"España no tiene mucho margen para prorrogar los estímulos fiscales", replica Alfredo Pastor, profesor del IESE, quien asume que "estamos condenados a tener un periodo de crecimiento muy bajo". Pastor defiende la prórroga de las ayudas al desempleo --"y me parece una buena idea que se condicionen"-- y opina que el gasto público debería primar la formación de los trabajadores y el incentivo a la inversión. Lo que no se debe hacer, dice, es mantener ayudas "a un sector sobredimensionado, como el de la construcción".