Tener conocimientos financieros hace más libres a los ciudadanos y más sólidos a sus países. Puede sonar rimbombante, pero las principales instituciones públicas internacionales lo sostienen desde hace años. Por una parte, argumentan, evita decisiones erróneas de los particulares y disminuye las posibilidades de ser víctima de abusos. Pero además, mantienen, contribuye a la estabilidad de la economía, ya que reduce los gravosos conflictos judiciales entre entidades y clientes, frena comportamientos irracionales de la población, y disminuye la desigualdad.

Siendo así, España tiene importantes deberes pendientes. Es uno de los 59 países que cuenta con una estrategia nacional de educación financiera: en el 2008 el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) asumieron la tarea. Sin embargo, según un encuesta del Banco Mundial y Standard & Poor’s del 2015, solo el 49% de los españoles tiene una cultura financiera mínima, más que la media mundial (33%) y en línea con la Unión Europea (52%), pero muy por debajo de Dinamarca, Alemania, Holanda y Suecia (por encima del 65%).

DESDE EL COLEGIO / Otra encuesta del Banco de España y la CNMV a ciudadanos de entre 18 y 79 años apunta que amplias capas de la sociedad no están familiarizadas con conceptos básicos como la inflación (el 42% del total), el tipo de interés compuesto (54%) o la diversificación del riesgo (51%). Las competencias financieras de los alumnos de 15 años están también por debajo de la media de la OCDE, según los dos informes específicos PISA realizados en el 2012 y el 2015.

Ahí parece estar la raíz del problema. Desde el 2014, todos los alumnos de primaria reciben formación, pero de carácter básica y dentro de la asignatura de ciencias sociales. En secundaria hay una asignatura específica de economía en cuarto de la ESO con conocimientos más avanzados. Sin embargo, no es obligatoria con lo que deja fuera a los alumnos que se orientan hacia la formación profesional o el bachillerato de ciencias.

Una solución sería que los políticos introdujeran la enseñanza obligatoria, como sucede en Reino Unido, apoyan el Banco de España y la CNMV, y propuso la comisión de investigación de la crisis en el Congreso. «El nivel de ambición en nuestro país es escaso, pues apenas se aborda de forma puntual con alumnos ya entrados en la adolescencia. Cada vez hay más consenso en que la educación financiera debe comenzar en la guardería y debe abordar aspectos cualitativos que rebasen las matemáticas financieras», apunta Carlos Trias Pintó, representante de los consumidores españoles en el Comité Económico y Social Europeo.

Pero hay un problema de base, la formación de los profesores. «Si los adultos son los que deben educar a los jóvenes, primero hay que asegurarse de que ellos también disponen de estos conocimientos. En determinados estudios sobre el colectivo de educadores, se ha constatado que no tienen los conocimientos financieros necesarios que se requieren para educar correctamente en este ámbito», señala Elisabet Ruiz-Dotras, profesora de economía y empresa.

El insuficiente nivel de alfabetización financiera, efectivamente, afecta a todas las capas de la sociedad. Los estudios apuntan a que, además de en los colegiales, los mayores esfuerzos se deben centrar en las personas de entre 18 y 34 años de edad, los mayores de 65, los ciudadanos con rentas inferiores a 14.500 euros anuales, y los que únicamente hayan cursado educación primaria.

MEJOR DISEÑO / También parece mejorable la eficacia de las acciones que se llevan a cabo. «Convendría contar con una batería mayor y más ajustada de indicadores que midan el grado de educación financiera para así poder diseñar después las actuaciones de forma más precisa. Los esfuerzos para promover la educación financiera no van a tener éxito si no están ajustados a los distintos grupos de la población y sus intereses y necesidades concretas. Para hacer buena educación financiera hay que conocer bien a la sociedad y la pluralidad de sus participantes», defiende Elisa Chuliá, directora de estudios sociales de Funcas.

La empresa también se presenta como un ámbito de actuación idóneo. «Los agentes económicos deben asumir su cuota de responsabilidad, ya que la educación financiera debe formar parte de las políticas horizontales de obligado cumplimiento, como ya se viene progresando positivamente en el ámbito de la seguridad e higiene laboral, o en la igualdad de oportunidades», defiende Trias Pintó.

Ruiz-Dotras, por su parte, cree necesario también actuar en las universidades: «Una forma de aumentar el PIB es creando más empresas y para ello es necesario formar adecuadamente en temas de emprendimiento. Los conocimientos financieros son básicos para poder valorar un proyecto de negocio».