El caso de Jér´me Kerviel es raro, no porque supuestamente haya conseguido en solitario originar un agujero de 4.900 millones de euros en Société Générale sin aparentemente intentar apropiarse de nada. Es extraño porque el 60% de los fraudes los suelen cometer los miembros de la alta dirección de las empresas --incluidos miembros del consejo de administración-- y otro 26%, los directivos de rango medio, según la consultora KPMG. Kerviel era casi un soldado raso.

El volumen de fraude en las empresas es alto. El departamento de Forensic de KPMG en España investiga entre 40 y 60 casos cada ejercicio y para el presidente de la consultora en España, John Scott, esta división se ha convertido en un buen negocio por la preocupación de las empresas en prevenir el fraude y, en el caso de la banca, el blanqueo de capitales.

Después de analizar 360 casos de fraude, KPGM concluye que más de dos tercios fueron realizados por altos ejecutivos, de entre 36 y 55 años, hombres en su mayoría (hay pocas mujeres directivas), que actuaban solos y que llevaban mucho tiempo en la compañía (el 22%, más de 10 años). Solo el 13% no llegaba a los dos años de antigüedad.

El motivo es, sobre todo, la avaricia (47%), ya que teóricamente no necesitaban dinero. Solo en un 12% de los casos intentaban ocultar pérdidas o buscaban cumplir unos objetivos. En muchos menos casos (el 4%) el ejecutivo actuaba para financiar alguna cara debilidad.

Un ejemplo fue el de una multinacional extranjera en proceso de introducción de sus productos en España, cuenta el socio director del departamento de Forensic de KPMG en España, Enric Olcina. "El año pasado, detectamos que su director general había creado una estructura de empresas vinculadas a amigos y familiares con las que contrataba servicios inexistentes". La falsa facturación provocó un agujero de tres millones de euros en la compañía antes de ser detectado. Y es que uno de cada tres defraudadores comete más de 50 delitos antes de ser descubierto porque el 91% no puede parar tras el primer fraude. En el 67% de los casos, la empresa tardó hasta cinco años en caer en la cuenta.

Así actuaron varios directivos de la empresa de servicios de márketing filial de otra extranjera. Llevaban tiempo manipulando sus nóminas, atribuyéndose beneficios en especie y cargando a la empresa gastos en viajes y restaurantes. Cuando KPMG obtuvo evidencias contables, la empresa abrió un procedimiento civil contra estos directivos por un importe de dos millones de euros defraudados.

Según Olcina, el mejor método de defensa es lo que se llama en España línea ética y que los anglosajones denominan fraud hot line (línea caliente de fraude). Se trata de un buzón anónimo, que ya poseen las grandes empresas españolas, a través del cual un empleado puede cursar denuncias sobre supuestos casos de engaño que entiende que se están cometiendo.

Irrecuperable

Gracias a la fraud hot line, una empresa española supo que ciertos directivos favorecían la contratación de servicios a cambio de cohechos. "Costó mucho esta investigación, pero se pudo demostrar y, además, se supo que certificaban servicios que luego no se prestaban. El fraude ascendió a cinco millones de euros", explicó Olcina. Solo en el 16% de los casos se recupera lo defraudado.