El proyecto de Presupuestos Generales del Estado para el 2010 acaba de pasar su primer trámite parlamentario. Es jueves y la vicepresidenta segunda del Gobierno, Elena Salgado, está algo cansada tras dos jornadas de debate presupuestario, el primero que hace como ministra de Economía y Hacienda, en el que el apoyo de PNV y Coalición Canaria han permitido al Gobierno esquivar cinco enmiendas a la totalidad del resto de los grupos.

--Sorprende que el Gobierno haya preparado unos presupuestos que podían haber sido pactados con IU y ERC o con PNV y CC, como ha sucedido al final. ¿Es que estos presupuestos no tienen color ideológico?

--Son muy sociales. Pero con los grupos de la izquierda hemos tenido dos diferencias. Desde su punto de vista, no es el momento de comenzar la consolidación fiscal, y hay que hacer más gasto social. Además, creen que el esfuerzo fiscal en nuestro país puede distribuirse mejor. Pero es muy difícil discutir con quien piensa que subir los impuestos indirectos es regresivo, por naturaleza. Lo más importante para nosotros es promover una conciencia fiscal donde todo el mundo tenga la percepción de que las prestaciones sociales se pagan con impuestos.

--¿Cuánto dinero tendrán que devolver las autonomías por la caída de recaudación?

--Unos 6.000 millones del 2008 y previsiblemente otra cantidad del 2009. Hemos dado cuatro años para devolver esas cantidades, con posibilidad de alargarlo a cinco.

--¿Eso convertirá en papel mojado la ganancia de recursos por el nuevo sistema de financiación?

--No. El nuevo modelo de financiación es recurrente, para siempre. Además, si se devuelve en cinco años, son 1.200 millones de devolución al año. A partir del 2012, con el nuevo sistema de financiación, ya tendrá 11.700 millones más.

--Los empresarios le piden al Gobierno que, si no se logran consensos, adopte las medidas que considere necesarias --las reformas, entre ellas la laboral-- y asuma el riesgo de un posible coste electoral.

--No estamos pensando en términos electorales. Nosotros, en este momento, estamos en una crisis económica importante, pero no tenemos una crisis social. Y yo creo que eso tiene un valor extraordinario. Tenemos una crisis económica que, afortunadamente, por responsabilidad de todos sindicatos, empresarios y Gobierno no ha generado crisis social. Creemos que esa paz social, ese diálogo social, no puede ponerse en riesgo, y eso queda fuera de toda cuestión electoral.

--Hay propuestas de un nuevo contrato laboral para la crisis que admiten muchas modulaciones.

--El Gobierno no va a impulsar una actuación de ese estilo.

--¿Está cómodo el Gobierno con esa imagen que da de estar alineado con las posiciones de los sindicatos en el desacuerdo del diálogo social?

--No estamos incómodos. Si hay que alinearse con una de las posiciones, para un Gobierno progresista es más lógico hacerlo con los sindicatos.

--¿Y ve en el horizonte la posibilidad de un acuerdo?

--Veo la posibilidad de pequeños acuerdos. Y creo que esa es la vía. El presidente ha hablado de una hoja de ruta , y eso consiste en comenzar por lo fácil e ir avanzando en un clima de confianza hacia cuestiones que puedan ser más complejas.

--¿Se siente usted artífice o instrumento de la política económica de este Gobierno?

--Me sorprende que se plantee en términos de dualidad. La política económica, ¿o es del presidente o es de la ministra? No, es de los dos. Se explica muy bien con un ejemplo. El G-20 era una reunión de ministros de Economía; el año pasado empezó a ser una reunión de jefes de Estado y de Gobierno, porque la crisis ha hecho que la política económica pase a ser más importante. Lo que no entiendo es por qué lo que se asume con naturalidad en todos los países del G-20, aquí se plantea en términos de dicotomía: el que manda es Zapatero o la que manda es la ministra de Economía. Pues no.

--Quizá porque la historia reciente está plagada de ejemplos en los que se han evidenciado esas discrepancias entre Presidencia y Economía.

--Yo niego esa percepción por la cual solo se tiene personalidad cuando se dice que "no". Si yo, en algún momento tengo una discrepancia con el presidente del Gobierno, no tengan ninguna duda de que la solucionaré sin que nadie se entere.

--¿Ha tenido discrepancias?

--Por supuesto, y tenemos puntos de vista distintos sobre algunas cosas. Yo trato de convencerle a él y él trata de convencerme a mí.

--¿Y alguna vez usted le ha convencido a él?

--Sí, claro. Más que convencer, yo le he dicho lo que pensaba que debía hacerse y el presidente del Gobierno ha estado de acuerdo, y a la inversa. Las cuestiones se plantean más en términos de sugerencias. No tengo que oponerme públicamente para demostrar nada.