Los problemas ligados al brutal encarecimiento de los alimentos a escala internacional han provocado que gran parte del sector español de combustibles limpios esté "bajo mínimos o parado". Así lo confirma Carlos Fernández, jefe del departamento de biocarburantes del IDAE, el instituto responsable de energías verdes del Ministerio de Industria.

La escalada de los precios de las materias primas (suponen en torno al 80% de sus costes) ha tenido un tremendo impacto en la treintena de plantas de producción limpia de gasolina (bioetanol) y gasóleo (biodiésel), con capacidad para producir 1,109 millones de toneladas equivalentes de petróleo al año (tep/a).

Lo más grave, con todo, es que ha puesto en riesgo los proyectos para construir plantas que aportarían otros 7,024 millones de tep/a. "Es más que probable que todos o buena parte de ellos no se realicen", reconoció Fernández en el Biofuel Summit, el encuentro europeo del sector celebrado esta semana en Madrid.

SITUACION CRITICA Por si fuera poco, la patronal de renovables APPA advierte de que la crisis de los alimentos ha irrumpido en un momento que ya era "especialmente crítico" para el sector. La "masiva" llegada de biodiésel subvencionado de EEUU, denuncia la asociación, está llevando "a la parálisis" a la veintena de plantas productoras españolas.

Las elecciones, añade, han provocado que todavía no se haya aprobado la orden que revisa la cantidad de biocarburantes que debe contener cada litro de combustible tradicional. Así las cosas, los productores temen que no se pueda alcanzar el objetivo oficial: que el 5,83% de los carburantes que repostamos sean ecológicos en el 2010.

Durante la Biofuel Summit, Richard Doornbosch, experto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, se mostró convencido de que, con las políticas mundiales de fomento de los biocarburantes, "el remedio es peor que la enfermedad". A su juicio, no solo no han reducido las emisiones de gases contaminantes, sino que "incluso" pueden haberlas aumentado, al fomentar un mal uso del suelo. Así, explicó, las subvenciones han provocado que en países como Indonesia se arrasen bosques vírgenes para producir biocarburantes.

En otros, como Brasil, grandes extensiones de suelo agrícola se han destinado a producir biodiésel, provocando la subida de precios de los alimentos. "No existe escasez de alimentos a nivel mundial, el problema es la pobreza: en los países menos desarrollados se destina el 80% de la renta a alimentos, con lo que una subida de dos o tres euros supone un problema", dijo.