La crisis griega se termina aquí, esta noche. Hemos llegado al termino un camino largo y difícil. Es un momento histórico para Grecia y para la Eurozona» porque «pone fin simbólicamente a una crisis existencial de nuestra moneda única». Con estas frases celebraba al filo de la una de la madrugada del viernes el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, haber sellado un acuerdo «histórico» que pone fin a la primera gran crisis financiera del club y al mayor rescate de un socio de la Eurozona.

Detrás queda una de las etapas políticas y económicas más dolorosas y dramáticas de la historia del euro que obligó a la UE y al FMI a movilizar casi medio billón de euros en préstamos y quitas para rescatar a cinco países (Grecia, Irlanda, Portugal, Chipre y España) y evitar la destrucción de una moneda común, que está a punto de cumplir 20 años.

De todos ellos, sin embargo, el rescate de Grecia ha sido sin duda alguna la principal pesadilla para los dirigentes europeos. Un país que como resultado de las duras recetas de austeridad, y a cambio del multimillonario rescate, se ha dejado un 25% de su producto interior bruto en la travesía, que ha visto recortar en varias ocasiones las pensiones y los salarios como consecuencia de la brutal recesión y dispararse su tasa de paro por encima del 27% y del 50% entre los jóvenes.

Etapa polémica / «Comparto la emoción del momento. Yo estaba allí cuando el instituto de estadística griego nos reveló al Eurogrupo la amplitud del déficit y la realidad de las cifras (griegas)», rememoraba el viernes la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, sobre los verdaderos datos macroeconómicos que llevaron el desastre y que tuvieron su momento cumbre en la alejada isla griega de Castelorizo el 23 de abril de 2010. Tras muchas presiones, y bajo amenaza de exclusión de la zona euro, el gobierno griego que desde hacía seis meses lideraba el socialista Georges Papandreu (PASOK) se vio obligado a pedir el rescate para tapar el gigantesco agujero de las cuentas públicas helenas.

Papandreu culpó del desastre a su antecesor en el cargo, el conservador Kostas Karamanlis (Nueva Democracia) pero el daño estaba hecho. Ni el PASOK ni Nueva Democracia consiguieron enderezar el barco. Grecia entró en una espiral que terminó con ambas formaciones fuera de combate y que aupó al gobierno al primer partido radical de la UE, Syriza. La llegada de Alexis Tsipras y de su ministro de finanzas, Yanis Varoufakis, inauguró una etapa de polémica que volvió a enfrentar a Atenas y a la Eurozona, con nuevas amenazas de expulsión de la zona euro por su negativa a aceptar más ajustes y rescates.

Grecia terminó cediendo y en julio de 2015 aceptaba un tercer balón de oxígeno por 86.000 millones a cambio de seguir aplicando reformas y ajustes (más de 450 medidas) para salir del infierno económico en el que ha estado metida los últimos ocho años. Este es el rescate que llegará a su fin el próximo 20 de agosto, tras el pacto cerrado en la madrugada de este viernes por los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro tras una última maratoniana negociación. El pacto incluye un nuevo desembolso de 15.000 millones de euros, una batería de medidas para aliviar la elevada pública griega, todavía en niveles insostenibles del 178% del PIB, y un mecanismo de vigilancia reforzada para garantizar que Atenas seguirá con los ajustes y reformas prometidos.

Colchón financiero / Con este último desembolso, sumado a las reservas que ya tiene Atenas, Grecia conseguirá dotarse de un colchón financiero de 24.100 millones de euros con el que responder a sus necesidades financieras durante los próximos 22 meses, una red de seguridad con la que afrontar los riesgos que pueda tener por delante. El acuerdo llega acompañado de la luz verde para transferir a Grecia los 4.000 millones que ha obtenido el BCE de la compra de bonos helenos -en cuatro tramos de 1.000 millones entre 2019 y 2020-, aunque condicionado a reformas, y una batería de medidas para aliviar la deuda.

Finalmente, el gobierno de Tsipras se beneficiará de una extensión de los vencimientos de los bonos helenos de 10 años y de un período de gracia de otra década para devolver los préstamos. Así, Atenas no tendrá que empezar a devolver el dinero de los préstamos hasta 2033. «Esto permitirá a Grecia regresar a los mercados» y financiarse sola, valoró ayer el presidente del Eurogrupo, Mario Centeno. Grecia seguirá sometida a controles comunitarios cada tres meses. Un mecanismo, ha dicho el ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, que permitirá a los acreedores asegurarse de que Atenas cumple.