El euro alcanzó ayer la cotización más alta con respecto al dólar desde que naciera en 1999. La divisa europea sobrepasó por primera vez el nivel de los 1,37 dólares por las perspectivas económicas y monetarias en EEUU. Esta carrera del euro coincide en la UE con un debate sobre sus efectos, en especial para las exportaciones al área del dólar, que ven reducida sustancialmente su competitividad.

El Banco Central Europeo (BCE) estableció ayer un cambio oficial de 1,3666, pero durante la sesión llegó a pagarse a 1,3741 dólares. El anterior récord del euro se alcanzó el 27 de abril, con 1,3684 dólares. También la libra esterlina del Reino Unido alcanzó su cota más alta desde 1981, al llegar a 2,0245 dólares.

La caída del dólar se pronunció al trascender que la agencia de calificación de solvencia Standard & Poor´s advirtiera de que rebajaría el grado de algunos bonos de EEUU basados en préstamos hipotecarios. Y llamó la atención sobre el bajo rendimiento de créditos respaldados colateralmente con hipotecas de alto riesgo, el inicio de los impagos y la creciente morosidad.

Contribuyó a extender este clima pesimista que Home Depot, una cadena estadounidense de materiales para la construcción y productos para el hogar, avisara de que sus resultados empeorarán por la caída del mercado inmobiliario. Otros informes de compañías del mismo sector ratifican el empeoramiento de las cuentas y no hicieron más que insuflar temor en los mercados.

Las expectativas de que los tipos de interés sigan con tendencia al alza en la zona del euro --es decir, que el valor de la divisa europea sea más atractivo-- están detrás de la apreciación de esta moneda. Los analistas no descartan que se llegue al 4,5%, frente al 4% actual.

El BCE ha subido los tipos de interés en ocho ocasiones desde diciembre del 2005. En cambio se prevé que en EEUU el precio del dinero se mantenga en el 5,25% acordado en junio.

El récord del euro llega cuando el presidente francés, Nicolas Sarkozy, reclama al BCE que vigile la política de cambios. La mayoría de los dirigentes europeos se alejan de esas reivindicaciones y coinciden con los planteamientos oficiales del grupo de los siete países más ricos del mundo, el G-7, de que la política cambiaria la fija el mercado.