La teoría económica defiende que los individuos somos adversos al riesgo por naturaleza y reacios a sufrir cambios bruscos en nuestra renta disponible que nos obligue a cambiar nuestro patrón de consumo. Por esa razón solemos consumir hoy en función de nuestra previsión de renta durante todo nuestro ciclo vital. Al tomar decisiones mirando al futuro, las expectativas juegan un papel determinante en nuestras decisiones.

Este modelo le permitió a Franco Modigliani compartir el Premio Nobel de Economía, junto a Milton Friedman, que había desarrollado otro modelo similar basado en el concepto de renta permanente. El modelo está contrastado constantemente por la realidad y es una de las herramientas básicas para determinar el comportamiento del consumo privado, que al tener un peso próximo al 60% en el PIB es una variable determinante para explicar los ciclos económicos.

No obstante, la neuroeconomía, una rama académica reciente en la que los economistas formamos equipos multidisciplinares con neuropsicólogos para explicar el comportamiento humano cuando se enfrenta a problemas económicos, está haciendo aportaciones interesantes. Los estudios diferencian en la actividad cerebral, el componente racional y el emocional. La actividad racional permite una capacidad de abstracción y de modelizar la realidad que nos diferencia del resto de seres. Sin embargo, racionalmente las posibilidades para tomar una decisión son infinitas y al final las decisiones humanas las realiza el componente emocional.

En las fases expansivas del ciclo, la economía crea empleo, la renta aumenta y nuestras expectativas van mejorando gradualmente hasta llegar a la euforia que caracteriza los finales de ciclos expansivos. En ese momento, la economía acumula desequilibrios y comienza a ajustar, destruyendo empleo. La probabilidad asignada por cada individuo a perder su puesto de trabajo aumenta, lo cual supondría una pérdida de renta futura y por precaución deciden reducir su consumo presente y aumentar su ahorro.

Supongo que la teoría les suena. Estuve viviendo de alquiler hasta el 2003, cuando me dieron una vivienda que había comprado sobre plano. Todo el mundo se mofaba de mí por haber perdido un montón de dinero en el alquiler. La realidad es que pagaba una renta asequible, con subidas del IPC y disfrutaba de un apartamento de lujo en una de las mejores zonas de Madrid. Mientras, pude ahorrar y esperar mi oportunidad de encontrar una vivienda que pudiera competir con mi fantástico arrendamiento. Desde el 2006, los precios de los pisos han disuadido a los nuevos compradores y ahora todos se mofan de la gente que compró los últimos años porque sorprendentemente todo el mundo sabía que iba a pinchar la burbuja y que la mejor opción era alquilar.

Los desequilibrios acumulados en el anterior ciclo expansivo son elevados y costará un tiempo depurarlos. Las familias, empresas y gobiernos tendrán que tomar medidas no deseadas, que provocarán cambios e incertidumbre y el pesimismo dominará las decisiones. Los oportunistas del "yo ya lo dije" coparán los medios, nos contarán que estamos ante la peor crisis de la historia y pondrán en cuestión pilares del Estado de bienestar.

Un día la economía habrá depurado sus desequilibrios, las medidas surtirán efecto e iniciaremos un nuevo ciclo expansivo. Se volverá a crear empleo, mejorarán nuestras expectativas de renta futura y aumentaremos nuestro consumo. Algún lector pensará que el problema son las expectativas y nuestro comportamiento animal, pero los estudios revelan que estas también son responsables de la felicidad. Solo un consejo, desconfía de los que te digan "yo ya lo dije" y haz todo lo posible por controlar conscientemente tus emociones.