El Fondo Monetario Internacional no es particularmente original en el uso que hace del lenguaje. Recurre habitualmente a las metáforas climatológicas para sintetizar la coyuntura económica que se deriva de sus análisis. Y después de una temporada de perspectivas soleadas ha vuelto a recuperar los nubarrones. «Hay nubes en el horizonte», señala su consejero económico, Maurice Obstfeld, en el último informe del guardián de las finanzas internacionales. El documento rebaja en dos décimas las previsiones del crecimiento global para 2018 y 2019 respecto a las anunciadas en julio. Quedaría en el 3,7% del PIB mundial para ambos ejercicios debido a las tensiones de la guerra comercial, el endeudamiento de algunas economías emergentes o el impacto que las subidas de los tipos de interés en Estados Unidos empiezan a tener en parte del mundo.

«El crecimiento global se ha estancado a medida que se iban materializado los riesgos», escribe Obstfeld. El FMI lo achaca a una actividad económica menos vigorosa de lo esperado en algunas economías avanzadas, particularmente en la eurozona, a los efectos negativos de los aranceles impuestos por EEUU o a las complicadas circunstancias por las que atraviesan países emergentes como Turquía, Brasil o Argentina. «Los últimos datos económicos muestran que el comercio, las manufacturas y la inversión se han debilitado. En términos generales, el crecimiento global sigue siendo sólido si se compara con algunos momentos de la última década, pero da la impresión de haberse estancado», asegura el informe del Fondo.

Donde más se aprecia la revisión a la baja es en la eurozona. El FMI ha recortado en dos décimas la media de crecimiento de los 19. Tres décimas en Alemania y dos en Italia, que crecerían este año un 1,9% y 1,6% respectivamente. Entre las grandes economías del continente, España sigue a la cabeza, aunque también ha sufrido una ligera corrección después de que el Fondo explicara la semana pasada que su ciclo de expansión «está alcanzando la madurez». Este año su crecimiento se situaría en el 2,7% para caer hasta el 2,2% en 2019, lo que confirma la trayectoria descendente de la economía española, que se expandió un 3% en 2017. Sus analistas piden al Gobierno de Sánchez y a países como Francia e Italia que aprovechen el buen momento y los tipos bajos que imperan en la eurozona para mejorar su posición fiscal ante la posibilidad de que el panorama se deteriore.