De un modo u otro, el Fondo Monetario Internacional nunca se pilla los dedos. Desde que se puso el traje de un capitalismo más humano, en el alma de la institución parecen convivir un policía bueno y otro malo. Por un lado se prescribe más austeridad para reducir el déficit y, por otro, se pide pausa en los recortes para no asfixiar el crecimiento y contener los estragos sociales que se derivan de estas políticas. En cualquier caso, es un cambio importante respecto de aquel FMI que abanderaba la ortodoxia neoliberal, una dieta homogénea de desregulación, privatizaciones y recortes del gasto público a cualquier coste y al margen de las circunstancias de cada país.

Estos malabarismo dialécticos y la nueva línea adoptada en los últimos años está quedando de manifiesto en las recomendaciones lanzadas a España esta semana. La directora gerente del fondo, Christine Lagarde, le pidió ayer al Gobierno de Rajoy que sea "más flexible" en la aplicación de los ajustes y ralentice los recortes para no agravar más el desempleo. "No vemos que sea necesaria una consolidación tan directa y fuerte como se planteó inicialmente", dijo en una rueda de prensa en Washington. "Después de todo lo que ha hecho, este país (España) necesita más tiempo y tiene que ser capaz de ajustar sus esfuerzos de consolidación fiscal".

EL DISCURSO UNICO Esto no quiere decir que España no necesite más ajustes, como dejó claro el martes el director del departamento europeo. "No hay más opción que el ajuste", dijo Jorg Decressin. Las previsiones del fondo indican que el déficit público volverá a crecer el 2014 hasta situarse en el 6,9% del PIB y no se acercará al objetivo del 3% marcado por Bruselas ni siquiera en el 2018. "No hay más reducción inherente en los planes del Gobierno. Por eso tendrán que tomarse nuevas medidas para continuar con el ajuste fiscal".

La clave está en dar con el ritmo adecuado, una pócima que nadie parece haber encontrado a tenor del desastre que se cierne sobre Grecia, España o Portugal. "Demasiada austeridad mata a la austeridad", confiesa un alto cargo del fondo a este diario durante una de las conferencias que se celebran durante esta asamblea de primavera. Su título Repensando la política macroeconómica explica claramente el debate que bulle bajo estos pasillos. También el FMI se ha dado cuenta que demasiada dieta mata al paciente. "La dificultad del problema consiste en encontrar esa fórmula de oro que permita continuar el ajuste fiscal y, a la vez, permitir el crecimiento", explica esta misma fuente.

Lo que nadie discute es que el FMI es ahora la voz más sensata y amable de esa troika que está dirigiendo los destinos de Europa y dictando las políticas de los países que han sido rescatados o dependen del auxilio real o virtual del Banco Central Europeo (BCE), como España. "Nos hemos vuelto menos alemanes que el BCE y la CE", dice el alto cargo.

Y aunque sus recomendaciones no siempre son escuchadas por la conciencia alemana imperante en Bruselas, abogan por más carne y vino en la política fiscal y menos timidez en la monetaria. La inflación está controlada y, como dijo ayer Lagarde, "de todos los grandes bancos centrales, el BCE es el que más margen de maniobra tiene" para fomentar el crecimiento y ayudar a que el crédito vuelva a llegar a las pymes y las familias. La lógica es simple: sin crédito no hay inversión ni crecimiento. Por eso, Lagarde sugirió que el banco de Mario Draghi debería rebajar los tipos de interés más allá del 0,75% actual.

EFECTOS SECUNDARIOS Incluso cuando existe el riesgo de que se creen nuevas burbujas, particularmente en los mercados emergentes, ante la abundancia de dinero fresco con el que se están regando los mercados en países como EEUU, Reino Unido y Japón y, en menor medida, en Europa. "Cuando el paciente todavía necesita tratamiento, no debes suspender la medicina, aunque sí hay que estar atento a los efectos secundarios", dijo el miércoles José Viñals, el que fuera subgobernador del Banco de España durante los años de la burbuja inmobiliaria y hoy consejero financiero del FMI, un premio dificil de entender.

El riesgo en las economías avanzadas es que la depresión actual legada por la crisis se convierta en "crónica". "Hemos evitado lo peor y la economía mundial ya no parece tan peligrosa, pero el repunte en los mercados financieros no se está traduciendo en crecimiento y empleo sostenido", dijo Lagarde. Dentro del banco, muchas voces la responsabilizan de liderar el giro del FMI hacia una política fiscal menos rígida y más acomodaticia con el crecimiento. O de insistir en una mayor regulación bancaria o en la búsqueda de mecanismos para liquidar si fuera necesario a los intocables titanes bancarios, los too big too fail . H