Francia y Holanda han acordado una tregua tras una semana de fuertes tensiones por la irrupción sorpresa del Estado neerlandés en el accionariado del grupo Air France-KLM, cuya estructura será sometida a revisión de aquí a final de junio.

La compra inesperada del 14% de las acciones del conglomerado aeronáutico por parte de Holanda -con el objetivo de situarse al mismo nivel que el Estado francés- irritó a París, que pidió explicaciones inmediatas a Ámsterdam.

Con ese fin, el ministro holandés de Finanzas, Wopke Hoekstra, se reunió este viernes en la capital gala con su homólogo, Bruno Le Maire, ante quien reconoció que la operación había sido "poco ortodoxa".

"Soy consciente de que nuestra toma de participaciones no fue muy ortodoxa, pero parte de buenas intenciones", dijo Hoekstra a la prensa tras el encuentro.

Ambos apostaron por centrarse a partir de ahora en el futuro de la alianza, dentro de un "contexto extremadamente competitivo".

Para ello, sin dar demasiados detalles sobre el fondo de su conversación, anunciaron que se va a crear un grupo de trabajo comandado por el director general de la Agencia francesa de Participaciones del Estado, Martin Vial, y el tesorero del Ministerio neerlandés de Finanzas, Christiaan Rebergen.

En el menú de esa comisión: establecer de forma clara antes de final de junio cuál debe ser la estructura accionarial de Air France-KLM, la composición de su consejo de administración y las reglas de gobernanza y de buena conducta de la compañía, que deberán "ser respetadas por ambos Estados".

Especial interés tendrá la defensa que los dos países quieren hacer de sus "hubs" aeroportuarios, Roissy-Charles de Gaulle (en París) y Schiphol (en Ámsterdam), pieza central en la batalla desatada entre ambos países.

A tenor de sus resultados, ambas compañías están condenadas a entenderse.

En un mercado que tiende a la concentración y cada vez más abierto a la competencia externa, KLM no puede permitirse subsistir sola, a juicio de los analistas.

Pero, al mismo tiempo, la diferencia de rentabilidad entre las dos patas de la alianza es notable: el resultado de explotación de Air France se quedó en 2018 en 266 millones de euros, mientras que el de la aerolínea holandesa fue de 1.073 millones de euros.

La declaración conjunta de Francia y Holanda tras la reunión de este viernes hizo hincapié en la necesidad de que el grupo "obtenga mejores resultados y sea más competitivo, en un entorno de grandes desafíos".

Consciente de la tradicional conflictividad social dentro de la aerolínea francesa, Le Maire se esforzó por destacar en que cualquier reforma irá en interés, no solo de la alianza y de ambos Estados, sino también de "sus empleados", una alusión que no apareció en el discurso de Hoekstra.

Donde sí pareció transigir Holanda fue al reafirmar su apoyo al consejero delegado del grupo, el canadiense Ben Smith, a quien Ámsterdam percibía más inclinado por defender la primacía de Air France dentro de la alianza y por reforzar la división gala de bajo coste, Transavia.

Del mismo modo, ambos Estados dieron su visto bueno a las decisiones adoptadas por el Consejo de Administración el pasado 19 de febrero para modernizar la gobernanza y el funcionamiento interno del grupo.