En una semana -el próximo 8 de noviembre-, la Comisión Europea hará públicas sus previsiones económicas de otoño, en una de las citas macro-económicas claves del año, y los datos avanzados por Eurostat no auguran un panorama demasiado halagüeño. La economía de la zona euro se ralentiza y lo hace a un ritmo mucho mayor del previsto. Según las estimaciones preliminares publicadas ayer por la agencia europea, los 19 países del euro crecieron entre julio y septiembre el 0,2%, dos décimas menos que el trimestre anterior y el ritmo más bajo desde el 2014.

La nueva fotografía confirma también la desaceleración de la tasa interanual, que se situó entre julio y septiembre en el 1,7%, frente al 2,2% registrado en el trimestre anterior. Se trata de un panorama similar al del conjunto de la Unión Europea, que creció ligeramente por encima, un 0,3% en el tercer trimestre del año (0,5% entre abril y junio) y un 1,9% en el conjunto del año (2,1% en el trimestre previo).

La Comisión Europea optó, sin embargo, por hacer una lectura positiva. «Se trata del vigésimo segundo trimestre consecutivo de expansión y aunque el ritmo de crecimiento ha cambiado a una marcha inferior, los fundamentos para un crecimiento sostenido siguen existiendo», aseguró el portavoz económico Christian Spahr, destacando que la economía europea «sigue beneficiándose de condiciones monetarias favorables, con bajos costes de financiación para empresas y gobiernos y mejoras en el mercado laboral». Pese al tono optimista esgrimido por Bruselas, lo cierto es que la economía de la eurozona se apaga al tiempo que crece la preocupación por la tercera economía del club, Italia, que se ha convertido en el eslabón débil de la zona euro y cuya prima de riesgo se ha disparado en las últimas semanas. La agencia de estadísticas italiana (Istat) confirmó ayer el estancamiento económico coincidiendo con la llegada al Gobierno de la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas.