Un año después de que el subgobernador del Banco de España, Fernando Restoy, diese el pistoletazo de salida a una nueva ronda de fusiones bancarias al instar a las entidades a planteárselas todavía no se ha producido ninguna operación. La opinión generalizada del sector es que no arrancarán hasta el 2017 y algunas fuentes las retrasan incluso hasta la segunda parte del año. Salvo sorpresa: "Este año aguantaremos todos aunque alguno con el agua al cuello. Salvo si se produce una fusión por lo que sea: entonces irán todas detrás en cadena porque nadie querrá quedarse descolgado", apuntan en un gran banco.

Uno de los factores imprescindibles es que el "panorama regulatorio se aclare", apunta un directivo. Esta previsto, así, que el nuevo esquema normativo de requisitos de capital esté completado a finales de año. Tampoco ayuda el castigo que están sufriendo las entidades en bolsa por los problemas económicos globales, el 'brexit' o las dificultades de los bancos italianos. "Todo los bancos cotizan por debajo de su valor en libros salvo Bankinter", señala un experto que subraya el problema que ello supone a la hora de ir a pedir capital al mercado para financiar las fusiones en caso de necesitarlo y de valorar las entidades a la hora de fijar el precio de las operaciones.

La incertidumbre política generada por las elecciones del 20 de diciembre tampoco ha ayudado: "No se moverá nada hasta que no esté claro el nuevo Gobierno; este tipo de operaciones necesitan interlocución con las autoridades en tanto que comportan profundas reestructuraciones", explicaba en enero un banquero. Elresultado del 26-J ha cambiado este panorama. Los expertos estiman que los partidos van a evitar unos terceros comicios y que de las negociaciones saldrá un Ejecutivo "moderado" (léase, sin Unidos Podemos) que facilitará estas operaciones. "La situación está casi lista para las fusiones. Se habían retrasado por las elecciones, pero en el 2017 pueden comenzar a producirse", afirma un banquero de inversión de una multinacional, acertando a resumir una opinión cada vez más extendida en su negocio que, todo hay que decirlo, consiste precisamente en asesorar a las entidades en este tipo de operaciones.

Puede ser una opinión un tanto interesada, pero lo cierto es que los propios banqueros admiten que el asunto está sobre sus mesas. "Todo el mundo está hablando con todo el mundo, pero no han pasado de conversaciones de café", admitió hace unos días Ángel Ron, presidente del Popular, preguntado por una posible fusión con el Sabadell. Josep Oliu, su homólogo del banco vallesano, reconoció también que "siempre" habla "con todos" los bancos sobre posibles uniones. Y una respuesta similar se obtiene de cualquier ejecutivo del sector al que se le consulte estos días: algo se está moviendo, pero nadie quiere enseñar sus cartas. "Cualquier operación entre cualquiera de los bancos tiene sentido industrial", afirman en una entidad.

DIEZ SUPERVIVIENTES

Otro banco de inversión, el español N+1, repartió entre sus clientes un informe el pasado diciembre en el que auguraba una nueva ronda de fusiones "en los próximos 12 a 18 meses" que se saldaría con la supervivencia de "10 a 12 bancos como mucho". El pasado 20 de mayo renovó su análisis en un nuevo informe: "La reticencia de las presas potenciales a ser controladas y la falta de urgencia de los bancos más fuertes está retrasando un proceso que creemos que es inevitable. La formación del Gobierno y los estrés test del BCE que están por venir (29 de julio) podrían ayudar a activar el proceso después del verano, pero la visibilidad es todavía baja".

En el documento, su analista principal, Francisco Riquel, considera "muy necesario" este proceso de consolidación, pese a que el número de entidades ha bajado desde las 60 del 2009 a las en torno a 15 del 2015. Los bajos tipos de interés están hundiendo los ingresos del sector y algunos bancos, argumenta, van a tener problemas para lograr que su rentabilidad supere el coste que les supone captar capital y también para alcanzar los futuros requisitos de solvencia. "Los bancos necesitarán un tamaño mayor en un escenario de bajos tipos de interés durante largo tiempo y mayor competencia, además de una recuperación del PIB con poco crédito", sostiene.

Los bancos regionales herederos de cajas de ahorro son, a su juicio, los que lo tienen peor, ya que aunque tienen una cuota de mercado superior al 15% en sus mercados de origen, a nivel nacional se sitúan entre el 1% y el 3%. Además, estima que es difícil que logren a medio plazo una rentabilidad superior al 6% y que van a tener le necesidad de acudir al mercado a captar capital, pero no es fácil que lo obtengan. "No creo que sobreviva ninguno", se afirma en una tercera entidad de inversión.

Los más y los menos deseados

Los grandes bancos consideran que los pequeños más interesantes sonKutxaBank (admiten que tiene fortaleza para seguir solo) e Ibercaja (que gusta a los dos catalanes) por sus altos niveles de cobertura para pérdidas. La peor valorada es BMN (que podría acabar absorbido por Bankia). SobreLiberbank hay posturas encontradas: algunos banqueros no le ven atractivo, pero los analistas de N+1 la consideran una "presa interesante" si bien estiman que tratará de fusionarse con otro banco regional; ha interesado a Abanca, pero también a CaixaBank.

Unicaja e Ibercaja tienen la presión de tener que devolver ayudas al Estado y de planear salir a bolsa (para no dotar un fondo de reserva) en un momento difícil de mercado para esas operaciones. Tampoco es descartable alguna operación entre los grandes. El Popular es un viejo objeto de deseo de CaixaBank y Sabadell, por ejemplo, y tras su reciente ampliación de capital está más saneado, si bien siempre ha defendido que quiere absorber, no ser absorbido.