Hay veces en que saber encajar una derrota crea un aire de victoria. Y eso es lo que le ha ocurrido al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en la cumbre del G-20 celebrada en Londres la semana pasada.

Ha sido recibido como una estrella de rock en Europa, ha debutado con éxito mostrando dotes de liderazgo y asentando las buenas sensaciones en el escenario internacional, él mismo ha resumido la cumbre como un potencial "punto de inflexión" y sus logros como "pasos sin precedentes"... Y, sin embargo, Obama ha sido derrotado en la principal batalla para la que cruzó el Atlántico: lograr un compromiso internacional de estímulo fiscal y gasto, en especial de Europa, que emule la línea de acción que él ha emprendido en EEUU.

MARCHA ATRAS DE EEUU "Obama había advertido acertadamente a los europeos que no pueden contar solo con el gasto de consumo de EEUU para dirigir la recuperación global, pero aparentemente decidió que esa batalla sería demasiado destructiva", sentenciaba el diario The New York Times en un editorial que concluía que "para salir de la crisis hará falta mucho más de lo conseguido en Londres".

No falta quien considera que Obama ha guiado al G-20 a un resultado positivo, como Eswar Prasad, exdirectivo del Fondo Monetario Internacional, que en unas declaraciones al rotativo neoyorquino alabó la voluntad del presidente estadounidense "de adaptarse a las reclamaciones de líderes europeos de mejor regulación de los mercados financieros y a la de los líderes de mercados emergentes de tener menos proteccionismo".

Tras la cumbre del G-20, las aguas del Támesis bajan agitadas. No todos comparten la "satisfacción" general de los líderes mundiales. En la City de Londres, banqueros e inversores en fondos especulativos están furiosos con los acuerdos que tratan de regular sus pagas y controlar sus actividades. "Hay que acabar con la cultura de los bonos bancarios a corto plazo", dijo Gordon Brown. El primer ministro británico está obligado a hacer equilibrios, para limpiar el sistema bancario, sin asustar a quienes hacen de Londres, junto a Nueva York, el centro financiero mundial. Los sondeos indican un efecto positivo del G-20.

MAS CONTROL En la cumbre, la cancillera alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, han logrado una victoria, aunque limitada. Lo aprobado, una regulación, en principio global, seguirá siendo aplicada por reguladores nacionales, donde caben muchos matices y enfoques. A pesar ello, es un paso enorme el dado en Londres.

Por primera vez se ha reconocido como obsoleto el modelo financiero anglo-americano, en el que se había postulado que cada cual puede actuar sin control, asumiendo riesgos suicidas, mientras haya beneficios.