No es habitual que las reuniones del G-7 (EEUU, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Japón), que normalmente terminan con un comunicado pactado por unanimidad, sean tan caldeadas como la que ayer se celebró en Washington (y que al cierre de esta edición aún no había terminado). Pero la presión que supone la grave situación de los mercados financieros y las discrepancias sobre cómo afrontar una acción global para frenar la caída dieron lugar a situaciones inéditas, como que Italia dijera antes de acabar la reunión que no iba a firmar el comunicado. En el seno del G-7 había acuerdo sobre que es necesario recapitalizar los bancos para poner de nuevo en marcha el mercado crediticio. El cómo era la cuestión.

Gran Bretaña fue quien se presentó con un plan concreto. Se basa en seminacionalizar los bancos con problemas comprando parte de sus acciones y en garantizar los préstamos a medio plazo. La idea no fue bien acogida. La ministra de Economía francesa, Christine Lagarde, afirmó: "No podemos aplicar los mismos métodos a situaciones de mercado que son diferentes". "Lo que ha hecho Gran Bretaña es una forma de afrontar la situación, pero no significa que deba ser trasladado a cualquier otro país", abundó el alemán Peer Steinbrück. En EEUU, la Casa Blanca estudia si seguir el ejemplo británico.

FIN DE SEMANA DE DEBATES El debate sobre qué enfoque global es el adecuado, que se desarrollará este fin de semana en Washington con motivo de las reuniones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), es seguido con ansiedad.

El FMI ha ofrecido a sus países miembros sus reservas de casi 186.567 millones de euros para responder a la crisis, según confirmó ayer el organismo. La entidad daría préstamos urgentes, con menos condiciones que sus programas habituales.