Dubai, el pequeño país árabe donde se reúnen este fin de semana el FMI, el Banco Mundial y el grupo de países más industrializados (G-7), no consiguió ayer convertirse en el escenario de un acercamiento entre las posturas de los países ricos y los países en vías de desarrollo, enfrentados desde la última cumbre de la Organización Mundial de Comercio, en Cancún. Bajo el influjo de Estados Unidos, el G-7 lanzó ayer el mensaje de la necesidad de flexibilizar los tipos de cambio --en especial, en los países asiáticos-- para favorecer el comercio mundial.

Por contra, el grupo de los G-24 --que aglutina a países en desarrollo como Brasil y Argentina-- reiteró ayer la petición a los países industrializados de que abran sus mercados agrícolas y exigió el derecho a tener más votos en el FMI y en el Banco Mundial. Estos países denunciaron en un comunicado conjunto los "peligros" del sistema financiero internacional. "Los altos costes de la crisis recaen de manera desproporcionada en los países en desarrollo".

AGENDA

Los ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales de los países ricos se reunieron también para diseñar las líneas maestras de la Agenda para el crecimiento, un documento en el que aseguran que el crecimiento económico "ha sido demasiado suave durante demasiado tiempo en el G-7" y buscan también políticas comunes.