Primero fue un no rotundo; luego, un minoritario y el sábado, finalmente, General Motors se aseguró el apoyo de los propietarios de bonos de al menos la mitad de sus 20.000 millones de euros de deuda para intercambiar sus títulos por hasta un 25% de acciones en la compañía.

Un día después de que en Berlín se aprobara un plan de rescate para Opel, se eliminó así el último obstáculo para que el gigante de Detroit se acoja a la ley de bancarrota. Está previsto que inicie los trámites hoy, sellando de ese modo la tercera mayor bancarrota de la historia de Estados Unidos. Ninguna industria antes había alcanzado las dimensiones de la centenaria automovilística que hasta el año pasado fue la más importante del mundo, pero que desde el 2004 ha perdido más de 62.000 millones de euros.

Siguiendo instrucciones del Departamento del Tesoro, General Motors había ofrecido a los bonistas el mismo 10% de acciones a cambio de la deuda que inicialmente los acreedores rechazaron, pero endulzó la propuesta añadiendo garantías para hacerse con un 15% más de la compañía reorganizada. Esa oferta mejorada, que inicialmente aceptaron a mediados de la semana pasada los poseedores del 20% de los bonos, logró para el sábado el respaldo de los acreedores de otro 30% de la deuda, según fuentes cercanas a la negociación.

El acuerdo con los bonistas, al igual que el alcanzado con el fondo de salud para retirados del principal sindicato de trabajadores, eran requisitos que la Administración de Barack Obama había impuesto a General Motors como parte del plan de viabilidad.