Una vuelta de tuerca más de la industria automovilística estadounidense para presionar a los poderes públicos para que concedan ayudas económicas al sector. El consejo de administración de General Motors (GM) filtró que está estudiando la posibilidad de instar la bancarrota del grupo para asegurar su supervivencia, según publicó ayer el Wall Street Journal . De acuerdo con la legislación de EEUU, esta medida permitiría a la empresa reestructurarse bajo supervisión judicial y acostumbra a comportar recortes salariales y pérdidas para los accionistas y los acreedores.

La noticia aparece la misma semana en la que el presidente ejecutivo de GM, Rick Wagoner, junto a sus homólogos de Ford y Chrysler, instó, sin éxito, al Congreso que autorizase una ayuda de 19.970 millones de euros para superar este momento de crisis por falta de liquidez a causa de la caída de las ventas. Se trataría de una ayuda adicional a otra ya aprobada por el mismo importe, pero destinada específicamente a producir vehículos más eficientes. Los demócratas están dispuestos a ayudar a la industria, pero a cambio de un plan de reconversión y no para mantener las cosas como hasta ahora, ya que consideran que eso sería tirar el dinero. La mayoría de los coches producidos en EEUU son mucho más caros e ineficientes que los asiáticos o los europeos y en estos momentos de crisis no encuentran salida.

Los problemas en el sector de la automoción afectan a todos los productores en mayor o menor medida. El cuarto constructor japonés, Mitsubishi Motors, está preparando una reducción de producción de 120.000 unidades para el ejercicio fiscal que finalizará en marzo del 2009, con los consiguientes recortes de empleo, aún sin determinar. El pasado octubre, la compañía ya revisó a la baja sus objetivos, con 81.000 unidades menos, sobre la estimación anual de 1,228 millones de ventas.

El caso de Mitsubishi se suma a los anuncios de reducciones de producción y efectivos de otras compañías de Japón. El viernes, Honda, el segundo constructor nipón, anunció que fabricaría 79.000 vehículos menos de lo previsto, de los que 21.000 se producen en Europa. Y el pasado 6 de noviembre, Toyota, primer productor mundial, anunció que preparaba 6.000 despidos.