Ahora que todo indica que el diálogo social se retomará en enero, el Gobierno pretende evitar los errores que llevaron a la ruptura de las negociaciones el pasado verano. "Soy partidario de que todo lo que se puede ir acordando, acordémoslo. Y lo que necesite más tiempo, démoselo", defendió ayer el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho.

El Gobierno, explicó, no quiere esta vez fijar una serie de materias que sea preciso acordar en bloque para alcanzar un gran acuerdo general, sino que prefiere pactos escalonados. Frente al duro choque de julio con la patronal, Corbacho se mostró conciliador. El Ejecutivo va a afrontar "todos los cambios que sean menester", mediante un diálogo social "potente y fuerte" en el que no habrá una "agenda cerrada". Advirtió de que "el Gobierno está para gobernar", y lo hará si no hay entendimiento, tratando de incorporar propuestas de las partes. Y aclaró que el Ejecutivo "no puede ni debe poner ningún plazo" a esos pactos.