Llegó dispuesto a generar polémica y a diseccionar la pérdida de competitividad de Europa. Y lo consiguió. El expresidente del Gobierno Felipe González apostó ayer durante su intervención en las jornadas del Círculo de Economía de Barcelona por romper con la "rigidez corporativa" de Europa que, en su opinión, es la principal "enfermedad" del Viejo Continente.

Acompañado por el magnate mexicano Carlos Slim, en un debate que debía ser sobre la política y empresa en Europa y Latinoamérica, el antiguo líder socialista se refirió con su tradicional gracejo al encargo recibido desde su "tribu ideológica" para repensar Europa como responsable de un grupo de sabios. Sus conclusiones las ilustró de manera metafórica: "Europa está como las personas de mi edad, que han perdido el sex appeal y creen que pueden solventarlo con check appeal ". Haciendo gala de una capacidad de análisis perspicaz, criticó la "torta corporativa" nacida de la connivencia entre los representantes políticos, sindicales y empresariales, a los que responsabilizó de esa esclerosis global que a su juicio padece el Viejo Continente.

González provocó más de una carcajada con sus puntos de vista, que unánimemente fueron calificados de brillantes por la mayoría. Por ejemplo, cuando atacó "la poca movilidad ascendente y descendente en las oportunidades empresariales. En EEUU, empresas creadas hace menos de 30 años han superado a otras más antiguas, y en Europa siguen siendo las mismas".

En un tono irónico, el expresidente lamentó el caso de las escuelas de negocios de las que salen titulados que, en su mayoría, "quieren ser funcionarios, sea de donde sea, de Manolo Chaves presidente de la Junta de Andalucía o de Botín por el presidente del Santander, Emilio Botín". Añadió: "Si fuera una facultad de medicina la cerraríamos". Entre las medidas para romper la falta de perspectivas, incluyó la educación y emplazó a que las escuelas y universidades dejen de ser "fábricas de títulos" para adaptarse "de verdad" a la sociedad del conocimiento".

El argumentario de González --que reclamó "una cierta revolución cultural" para acabar con el corporativismo--, tuvo un mensaje final: hay que estudiar el futuro del Estado del bienestar europeo, "pero vinculado a la capacidad de recuperar competitividad", ya que se mostró preocupado por el retraso de Europa en el cambio tecnológico y en "capacidad de competir".