Una de las principales consecuencias de la crisis financiera --el fin de algunas grandes entidades tal y como eran conocidas hasta ahora-- comienza a hacerse realidad. El grupo ING, que fue salvado por el Gobierno holandés de la quiebra, anunció ayer que va a separar sus actividades de banca y seguros, para desprenderse de la segunda después.

La operación forma parte del plan de reestructuración que la entidad ya ha presentado a la Comisión Europea y que prevé ejecutar durante los próximos cuatro años. El grupo no se ha cerrado ninguna puerta en las desinversiones: las podría realizar mediante salidas a bolsa, ofertas públicas de venta y transacciones particulares. La entidad resultante será eminentemente bancaria y europea (también va a vender ING Direct en EEUU), con algunas unidades de negocio en otras regiones. En el 2013, su balance será el 30% menor que el de septiembre del 2008.

Además, el grupo tiene previsto realizar una ampliación de capital de 7.500 millones para poder devolver la mitad de las ayudas recibidas. De lo ingresado, va a destinar 5.000 millones a comprar las acciones que adquirió el Estado holandés a 10 euros por acción, lo que supone una prima de 950 millones. También devolverá los fondos recibidos como parte de un programa de garantía de activos, unos 1.300 millones.