La guerra comercial empuja al abismo al gigante tecnológico Huawei. Su fundador y presidente, Ren Zhengfei, ha alertado de que la compañía pasa por un «momento de vida y muerte» en una arenga a las tropas de aroma churchelliano. El mensaje ha llegado diáfano: los tiempos exigen sangre, sudor y lágrimas.

El septuagenario Ren agotó las metáforas bélicas en su comunicado interno de hoy. «Si no puedes hacer tu trabajo, échate a un lado y deja espacio para que el tanque siga avanzando. Serás bienvenido si acudes al campo de batalla, necesitamos gente con determinación», sostiene. También anuncia una nueva política empresarial para lidiar con los pusilánimes: «Formad un escuadrón para explorar nuevos proyectos y seréis recompensados con aumentos o, de lo contrario, vuestros salarios serán revisados a la baja cada tres meses». Los ingenieros de Huawei están entre los mejor pagados del sector pero también entre los más exigidos.

Las instrucciones de Ren llegan después de que Washington concediera a Huawei tres meses de gracia para comprar componentes estadounidenses y, por otro lado, añadiera 40 unidades de la matriz a la lista negra. La compañía asume que las turbulencias políticas no finalizarán pronto y que, como epítome del auge tecnológico chino, seguirá coleccionando bofetadas de Washington.

La empresa de Shenzhen se ha visto atrapada en la fragorosa guerra comercial. No abundan los precedentes de un acoso similar: una ola de insidias que la dibuja como una amenaza a la seguridad global, la prohibición de acceso a la tecnología estadounidense y la presión agobiante a gobiernos para que se sumen al boicoteo.

Los datos del último semestre sugerían que Huawei soportaba los embates estadounidenses sin daños reseñables. La compañía registró un aumento en sus ingresos del 23%, pero la letra pequeña descubre las fugas de combustible.