Ha muerto Marcelino Camacho. El dirigente histórico de CCOO, quizá el representante más cualificado de los derechos de los trabajadores. Una larga vida de guerra, exilio, dictadura y libertad, siempre al lado de los más débiles.

Marcelino vivió en primera línea los momentos más decisivos que protagonizó la clase obrera española durante el siglo XX. Es, sin ningún género de dudas, un símbolo del trabajo y del sindicalismo. Nació en Osma la Rasa (Soria) en 1918, y al abandonar la escuela comenzó a formarse para acceder al mismo oficio que su padre, ferroviario, pero le atrapó la guerra civil. Como todos los combatientes y militantes obreros comprometidos con la República, terminada la guerra, Marcelino sufrió la feroz represión que desencadenó el dictador Franco para exterminar a los vencidos. Apresado y enviado a campos de trabajo forzado en el norte de Africa, logró escaparse y refugiarse en Argelia, donde conoció a su compañera, Josefina Samper, con la que tuvo dos hijos. En ese periodo se formó como profesional en el oficio de la metalurgia. Volvió a España en 1957, estableciéndose en Madrid e ingresando en la fábrica de motores Perkins.

Desde entonces el sindicalismo ocupó su vida y más concretamente la creación y extensión de las Comisiones Obreras, cuyo nacimiento a finales de los años 50 corrió parejo a la actividad del propio Marcelino. En aquel contexto de persecución franquista, las gentes de CCOO utilizaron todos los medios a su alcance, incluidos los que derivaban del viejo sindicalismo vertical, para defender los intereses y demandas de los trabajadores. Y defender el sindicalismo democrático en la dictadura conducía inevitablemente a exigir libertad y democracia. Su compromiso con la libertad y el socialismo le llevó pronto a ingresar en el PCE y a protagonizar la lucha sindical y política con el mismo empeño y generosidad. En 1985 formó parte del grupo que fundó IU, a la que perteneció hasta el final de sus días.

En 1976, fue elegido en la asamblea de Barcelona, todavía en la clandestinidad, coordinador general de CCOO, y en el primer congreso en 1978, secretario general, cargo que ocupó hasta 1987. A partir de ese año desempeñó el de presidente hasta 1996. Su legado está estrechamente vinculado a CCOO, un sindicato que modernizó y transformó en el primero del país a partir de una apuesta decidida y valiente por la autonomía sindical, un proyecto de reivindicación y propuesta, de presión y negociación, que hoy en día sigue determinando la acción sindical de CCOO.