Los salarios siguieron aumentando su peso en el conjunto del impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF) hasta alcanzar el 85,5% del total de las rentas declaradas en el ejercicio del 2002, según los datos recogidos en la Memoria de la Administración Tributaria 2003, que se acaba de publicar.

Según este documento, las rentas del trabajo han ido incrementando paulatinamente su participación en los últimos años, después de haberla reducido tras la reforma del IRPF que entró en vigor en 1999. En el 2002 retornaron prácticamente al peso que tenían a mediados de los 90, antes de la primera reforma acometida por el Gobierno del Partido Popular.

TRAS LAS DEDUCCIONES Una vez computados los mínimos personales y familiares que reducen las bases imponibles de los contribuyentes (las cantidades totales por las que tributan), los salarios siguen aumentando su peso hasta alcanzar el 77,2%, también por encima de los ejercicios precedentes.

Las reformas no han servido tampoco para acercar la tradicional brecha entre las rentas del trabajo y las relacionadas con actividades económicas. Según los últimos datos, la renta media salarial declarada ascendió a 14.978 euros (2,5 millones de pesetas), casi el 60% más que los declarados de media por los empresarios y los profesionales que trabajan por su cuenta. Este colectivo, que desde 1999 tributa bajo el epígrafe de actividades económicas, declara una media de ingresos anuales de 9.393 euros (1,6 millones de pesetas).

Los expertos tributarios atribuyen el desfase entre unas y otras rentas al hecho de que muchos autónomos y profesionales tributan por rentas del trabajo, excluyendo los gastos que se originan para dar lugar a esos ingresos y que en el caso de los trabajadores por cuenta ajena no existen. El Registro de Economistas Asesores Fiscales (REAF) destaca el hecho de que el 55% de las declaraciones se sitúan en bases imponibles entre los 6.000 y los 12.000 euros anuales.

El REAF también advierte de que la declaración de la renta se puede convertir en un calvario para una pareja divorciada si no se tiene cuidado. Los mayores problemas están relacionados con la vivienda. En el caso de una pareja con hijos, que paga una hipoteca y se divorcia, puede suceder que la mujer se quede en el domicilio con los hijos y que ambos cónyuges sigan pagando la hipoteca.