Los 12 miembros del Fondo Monetario Internacional (FMI) que están en Dublín para preparar el rescate de la economía irlandesa son gente curtida en duras misiones. Algunos de los que están mirando con lupa los libros de cuentas del Estado irlandés han llegado a la ciudad procedentes de Afganistán. En el país de los talibanes han investigado un escándalo bancario, relacionado con negocios de propiedades en Dubái. Atrincherados ahora en el Ministerio de Economía irlandés, los del FMI, el BCE y las autoridades locales libran una batalla a puerta cerrada, que será más larga de lo previsto. Hasta mediados de la semana próxima no se espera un acuerdo sobre el plan de rescate billonario de la economía irlandesa. Las presiones llueven desde Europa para que Irlanda suba su impuesto de sociedades. El Gobierno de Brian Cowen, dispuesto a resistir hasta el fin, ve cómo se va estrechando el cerco.

DESCONTENTO La reunión, observada con tanta ansiedad por los mercados internacionales y el mundo de la macroeconomía, despierta una rabia sorda entre los irlandeses. "Han venido a terminar de sacarnos la poca sangre que nos queda", responde Kevin Griffin cuando se le pregunta sobre el asunto en la barra del MacDaidIs, un pub con mucha solera, cerca de Grafton Street, donde está tomando una pinta de cerveza color chocolate. Es funcionario y teme que los inminentes recortes le dejen en el paro. "Tenemos un Gobierno deplorable, desahuciado, no es la gente que debería estar negociando nuestro futuro". Cada cual tiene la certeza de que acabará pagando el pato de la debacle bancaria y muchos se organizan por su cuenta. La ciudad bulle, con reuniones y encuentros de estudiantes, de parados, o de gente ansiosa por su futuro.

En el Buswells, un hotel a dos pasos de las oficinas gubernamentales, estaban ayer varias oenegés anticrisis estudiando la mejor manera de defender a quienes pueden perder la casa o la han perdido ya. Una de ellas, Advocacy, está tratando de crear los mecanismos legales para transformar en viviendas sociales 23.000 casas de la burbuja inmobiliaria construidas, terminadas y sin ocupar. "Los contribuyentes somos los que estamos pagando esas viviendas, por los prestamos al sistema bancario", señala el director de Advocacy, Mikel Allen. "Están vacías y quienes las necesitan no pueden tener acceso a ellas". A su lado interviene Paul Joyce, miembro de una organización que ofrece ayuda legal gratuita a quienes no pueden pagar la hipoteca o las deudas personales. "La gente pidió créditos que no podía pagar. Los bancos les concedieron hipotecas al 100%. En algunos casos las deudas personales están mezcladas con las del negocio familiar y pueden perderlo todo".

Los que están pensando en poner rumbo a tierras más prometedoras también se asesoran. El sindicato TEEU (Technical, Engineering and Electrical Union) está realizando sesiones informativas para los que quieran emigrar. En Canadá y en Australia necesitan ingenieros, electricistas y técnicos bien formados y que hablen perfecto inglés.

El TEEU pone al día a los posibles candidatos de los requisitos y el papeleo que deben cumplir antes de lanzarse a una aventura, que ya fue la única esperanza para sus antepasados. Dublín está cambiando a ojos vista. La ciudad es hoy la capital de los descuentos, los saldos y las liquidaciones por cierre de negocio. Tiendas de toda la vida desaparecen, hay edificios enteros de oficinas por alquilar y la mendicidad en las calles más céntricas se está convirtiendo en un problema para el comercio.

El caudal de malas noticias de la banca aumenta. Ayer el Allied Irish Banks, una de las entidades nacionalizadas, reveló una pérdida de 13.000 millones de euros de los depósitos de particulares desde comienzos del año. El banco ha revisado al alza el aumento del capital que necesita, de 5.400 millones a 6.600.

PETICION DE ELECCIONES También ayer Cowen, el Taoiseach, el nombre que aquí se da al primer ministro, volvió a rechazar las peticiones cada vez más insistentes para que dimita con todo su gobierno. El Fine Gael y el partido laborista reclaman elecciones anticipadas, después de lo que calificaron como "la semana más negra", en la historia de Irlanda desde la guerra civil.