Los lamentos van de costa a costa de EEUU y atraviesan los océanos, incluso cuando algunos se resisten a reconocer en voz alta hasta qué nivel han sido víctimas de un timo. Ha empezado a cobrar fuerza el repaso de alertas desatendidas y el alzamiento de dedos acusadores que apuntan en diversas direcciones, incluyendo a la imposibilidad de que una sola persona orquestara un timo de 37.400 millones de euros y a la potencial negligencia de organismos de control como la Securities and Exchange Commission (SEC). Las autoridades deberán hacer examen de conciencia: la SEC investigó a Madoff en el 2005 y el 2007. No detectó ninguna irregularidad.

Pero Bernard Madoff, el exdirector del Nasdaq y el hombre al que hoy todos señalan como el ladrón que ha orquestado el mayor timo de la historia de Wall Street, fue hasta el jueves, día de su detención, un faraón junto al que todos querían estar y al que la mayoría de víctimas de su timo piramidal entregó voluntariamente su dinero y sus fortunas pensando en multiplicarlas aún sin entender bien cómo.

Madoff, nacido hace 70 años en el barrio de Queens, en Nueva York, empezó su empresa con el dinero ahorrado como vigilante de la playa. Empezó estudios de Derecho pero nunca se graduó. Fundó Bernard Madoff Investment Securities en 1960, puso su nombre en la puerta y lo convirtió en un negocio familiar. Y tuvo visión, como apostar por las transacciones por ordenador cuando todo el mundo realizaba las operaciones por teléfono.

El verdadero capital de Madoff, sin embargo, fue conseguir que otros le confiaran su dinero. Y lo hizo granjeándose una reputación, especialmente entre la comunidad judía de EEUU. Jugaba con la entrega de beneficios que, pasara lo que pasara, siempre superaban el 10%. La fama de Madoff se extendió entre los más pudientes, acaudalados inversores que se hacían socios de clubs de los que él era miembro para conocerlo y poner en sus manos sus fortunas. Porque Madoff se podía permitir el lujo de rechazar inversores. Y lo hacía.

CLASES PUDIENTES El sábado, en The New York Times , al menos dos millonarios relataban cómo habían rogado a Madoff que aceptara invertir su dinero, y uno de ellos reconocía que, tras ser rechazado, lo único que tuvo fueron más ganas de lograr ser uno de sus inversores, un grupo en el que hay de todo: desde bancos suizos --y españoles-- hasta fundaciones benéficas judías, jubilados de Florida, propietarios de clubs de béisbol, escuelas privadas, universidad...

Muchos hacen ahora preguntas. Pero quizá no las habrían hecho nunca si no hubiera llegado la crisis. Porque solo entonces es cuando empezaron a querer recuperar su dinero. Así se colapsó el esquema de Madoff.