Una vez más, las palomas se impusieron a los halcones o guardianes de la ortodoxia monetaria en el Banco Central Europeo, y el BCE logró sacar adelante ayer «por amplia mayoría» (no por unanimidad) un potente paquete de medidas de política monetaria para mantener muy bajos los tipos de interés, combatir la desaceleración en la zona euro y lograr impulsar la inflación al entorno del 2%.

«El riesgo de recesión en la zona euro es bajo, pero ha aumentado», dijo el presidente del BCE, Mario Draghi, al término de la que posiblemente fue su penúltima reunión al frente del organismo, antes de ceder el testigo a su sucesora, la hasta hoy directora del FMI, Christine Lagarde.

En su arsenal de nuevas medidas, el BCE no fue tan lejos como algunos habían pronosticado, pero casi. El precio del dinero se mantiene en su mínimo histórico del 0%. Y, pese al criterio en contra de algunos banqueros centrales, como el presidente del Bundesbank, Jeins Weidmann, el BCE decidió ahondar en el tipo de interés negativo que cobra a los bancos por guardar su dinero (pasa del -0,40% al -0,5%).

No había terminado aún la rueda de prensa de Draghi cuando el presidente de EEUU, Donald Trump, lanzó un mensaje en Twtiter para volver a pedir de malos modos al banco central de EEUU que siga el ejemplo del BCE y baje los tipos de interés. «¡Les pagan por pedir dinero prestado, mientras nosotros pagamos intereses!» exclamó.

Es la primera bajada de tipos del BCE desde marzo del 2016 y las débiles previsiones de inflación auguran que no habrá subidas, al menos, hasta el 2022. Con una mayor penalización a las entidades, el BCE busca provocar que los bancos presten más dinero a familias y empresasen lugar de dejarlo inmóvil.

Sin embargo, para mitigar parte del daño que los tipos de negativos causan a los beneficios de la banca, el BCE decidió dejar un tramo libre de la penalización del -0,5% de la llamada facilidad de depósito, que solo se aplicará sobre las reservas mínimas obligatorias.

Lo que más rechazo provocó en una parte del consejo de gobierno del BCE -según reconoció Draghi- fue la decisión de retomar el programa de compra de deuda pública y privada, aparcado en enero.

A partir del 1 de noviembre, el BCE volverá a comprar deuda y lo hará a un ritmo neto mensual de 20.000 millones de euros y por un periodo indeterminado. El objetivo es seguir abaratando la financiación de empresas y administraciones públicas.

También se decidió a abaratar las inyecciones de liquidez que el BCE presta a los bancos para que estos lo destinen a dar créditos a familias y empresas. A su vez, el BCE volvió a redefinir la orientación de su política monetaria con el fin de reforzar su compromiso con la persistencia de bajos tipos de interés.

Así, en su comunicado afirmó que «el consejo de gobierno espera que los tipos de interés oficiales del BCE se mantengan en los niveles actuales o en niveles inferiores» hasta que la inflación se acerque «de forma robusta» a «un nivel suficientemente cerca pero por debajo del 2%» y que esa convergencia se refleje de forma «consistente» en «las dinámicas de la inflación subyacente». En lo único que hubo unanimidad en el consejo de gobierno del BCE es en pedir a los gobiernos que utilicen el margen expansivo de la política fiscal en aquellos países que puedan permitírselo para contribuir al crecimiento, en una clara alusión a Alemania.