Para quien gusta de vivir en el centro, la periferia provoca una cierta melancolía como de domingo por la tarde. En esas sigue instalado el mercado español, incapaz de cumplir sus anhelos por circunstancias que no le son enteramente propias. Y tiene pinta de ir para largo.

La diferencia de rentabilidad del bono del Estado frente al alemán de referencia subió ayer un nuevo peldaño, desde los 195 puntos básicos del pasado viernes hasta los 203. No existe la misma sensación de alarma que entonces, pero cada vez se encuentra más cerca de los 207,3 del pasado 8 de junio, el máximo desde 1996 que alcanzó en plena debacle de Grecia.

A los otros periféricos --Irlanda y Portugal-- les va peor: rondan topes históricos. La guerra fría de divisas entre Estados Unidos y China ha vuelto a colocar a Europa en el disparadero, y sus eslabones más débiles son los que más están sufriendo. No ayuda que el Consejo de Europa no vaya a volver a tratar hasta diciembre la creación de un mecanismo permanente de resolución de crisis como la de Grecia.

La cosa podía ir peor si cabe, porque ha tranquilizado que los socialistas hayan ganado las elecciones regionales helenas y se disipe el temor a un adelanto de las generales. Pero el comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, se encuentra de visita en Irlanda. Y la OCDE advirtió que hay signos de ralentización en las economías de Italia, Reino Unido y Francia. Y también se dio a conocer que la producción industrial alemana ha caído de una forma inesperada. Y el oro, valor refugio, volvió a marcar un nuevo máximo...

Todo eso se cuece, con lo que las miradas están puestas en la reunión del G-20 que comienza el próximo jueves en Corea del Sur. El objetivo europeo es no ser los grandes perjudicados de los intentos de EEUU y China por reactivar sus economías mediante las divisas y las exportaciones (más en el primer caso, claro, pero la OCDE también ve algunos signos de freno en el gigante asiático). Así las cosas, los inversores europeos decidieron ayer recoger los beneficios generados durante la semana pasada por la inyección de 600.000 millones de dólares aprobada por la Reserva Federal de EEUU. La caída media entre los grandes índices del continente fue del 0,15%. Pero hay clases, y el Ibex 35 se dejó el 1,31%, con lo que cayó hasta los 10.291,8 puntos.

Otro nuevo suelo psicológico perforado: el de los 10.300 puntos. El siguiente se sitúa en torno a los 10.100 puntos, sin embargo, hay señales para el optimismo, ya que los futuros del Ibex 35 apuntan al alza. Dependerá en gran medida de que la banca consiga superar el bache en el que lleva con el pie metido desde hace ya varias semanas.