Podía elegirse entre fin de semana o inicio de mes, y ayer los operadores eligieron la segunda opción. Es decir, la más pesimista. Mentar el mes de octubre a un supersticioso que acude a la bolsa es resucitarle el fantasma del crash del 29, para empezar. Y si queda lejos, pues los más recientes de 1987 y el que aún colea, el del 2008 y la crisis de Lehman Brothers. Y si has dicho Lehman, enseguida sale la cábala que recuerda que en el calendario judío el vigésimo octavo día del séptimo mes equivale, más o menos, al mes de octubre.

Pues para empezar, la sesión de ayer tampoco estuvo tan mal, aunque indecisa como hace semanas. Peor en Europa, donde la mal llamada amenaza de Bruselas de poner una tasa a los bancos para paliar crisis futuras, que no es otra cosa que obligar a hacer provisiones antiaventuras, dejó a la mayoría de los índices por debajo de la sesión del día anterior. Al final, la reunión de ministros de Finanzas de la UE, que se celebró en Bruselas, terminó sin avances.

El Ibex tampoco escapó a las cábalas sobre si afectará o no a los inversores en empresas y deuda españolas. La buena noticia de que Repsol se asociaba con la china Sinopec, a la que vendió el 40% de su inversión en Brasil para compartir la explotación de yacimientos en este país, no palió las bajas de otros sectores como el bancario. La bolsa española comenzaba la sesión con pequeñas ganancias que, a los pocos minutos, se convertían en pérdidas. Al final, el Ibex cedió el 0,61%, hasta quedarse en los 10.450,1 puntos.

Por contra, las cábalas de Wall Street eran menos pesimistas, que por ser octubre ya es un buen dato. El motivo fue una ecuación elemental: los americanos ganaron un poco más en agosto que en julio, y gastaron también un poco más, pero aún pudieron ahorrar. Que en el país del consumo no se lo gasten todo es casi noticia, y si hay ahorro hay esperanza de que acuda a la bolsa, aunque sea a costa de olvidar lo que a veces sucede allí en octubre.