Es un «escándalo sin precedentes en el mundo de las finanzas». Así considera el Gobierno alemán la reciente quiebra de la compañía de pagos electrónicos Wirecard tras la salida a la luz de un agujero de casi 2.000 millones de euros en sus cuentas. La empresa alemana fundada en 1999 y durante años considerada modélica en el sector tecnológico está acusada ahora de falseo contable y blanqueo de dinero. Su directiva, que ya ha sido en parte detenida, ha reconocido que el dinero desaparecido probablemente nunca existió.

La fiscalía de Múnich cree que las irregularidades comenzaron ya en el 2014, mucho antes de lo que se pensó en un primer momento, tras el anuncio de quiebra por parte de Wirecard. Al menos así lo informaba el pasado jueves un colectivo de periodismo de investigación conformado por reporteros de los canales públicos alemanes NDR y WDR, y del diario muniqués Süddeutsche Zeitung.

Según esa investigación, que cita fuentes de la fiscalía, los máximos responsables de la empresa comenzaron hace más de un lustro a inflar su balanza contable y su facturación, inventándose para ello ingresos que nunca existieron y que se encontraban teóricamente depositados en dos fondos ficticios de Filipinas. El objetivo habría sido presentar a la empresa como más sólida y atractiva de lo que realmente era para atraer a inversores y nuevos clientes. La fiscalía alemana ha abierto diligencias contra los directivos de Wirecard por los delitos de desfalco, fraude contable y manipulación de cotización bursátil. Los investigadores basan estas acusaciones en una serie de pruebas documentales entre las que se encuentra una auditoría de la sociedad KMPG.

Los reguladores

De confirmarse que Wirecard -una empresa que hasta su quiebra cotizaba en el índice bursátil alemán DAX- cometió estas irregularidades durante años, la presión se podría hacer cada vez más incómoda tanto para las auditoras externas que se encargaban de controlar las cuentas de la tecnológica, como para los reguladores públicos dependientes de Ministerio de Finanzas, en manos del socialdemócrata Olaf Scholz, que además también es vicecanciller del Gobierno federal. Ya ha dicho que está dispuesto a asumir «su propia responsabilidad» y que el caso Wirecard debe ser una «llamada de atención». El ministro de Finanzas alemán presentará próximamente un nuevo concepto de regulación financiera.

El caso es especialmente grave porque el año pasado dos reporteros del diario británico Financial Times publicaron un amplio dosier sobre las irregularidades cometidas por la empresa alemana. Sin embargo, en lugar de investigar los presuntos delitos publicados por los periodistas, el Ministerio de Finanzas alemán interpuso una denuncia contra ellos por presuntamente haber intentado hundir el curso bursátil de Wirecard y hacerse así millonarios.