Los grandes males de la economía mundial son una dolorosa realidad desde hace ya más de un año. Los países más importantes --el G-20 más España, Holanda y la República Checa-- pusieron ayer en marcha en Washington el largo proceso que debería dar las grandes soluciones a la peor crisis en décadas. El objetivo: reformar de arriba a abajo un sistema que ha llevado a la economía global a la recesión. Y eso en un marco complicado: el anfitrión tiene un pie fuera de la Casa Blanca, y quien aplicará lo que se decida aún no ha tomado el poder; en el grupo de países emergentes que forman el grueso del G-20 no hay unanimidad; y entre los europeos la coincidencia tampoco es total.

Los líderes mundiales dieron el pistoletazo de salida a las negociaciones con una cena en la Casa Blanca, mientras sus equipos trabajaban en un borrador aceptable para todos. En cualquier caso, la mayoría de los dirigentes ya se han encargado de rebajar las expectativas generadas por un encuentro que fue presentado por su convocante, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, como el inicio de la "refundación" del capitalismo.

LINEAS MAESTRAS Si en una cosa están de acuerdo es en que el nuevo modelo económico que verá la luz dentro de un par de años no será igual que el actual, pero tampoco estará en las antípodas. Del encuentro de hoy no se espera mucho más que unas líneas maestras y un calendario (la próxima reunión será en el Reino Unido a finales de febrero o principios de marzo).

Así las cosas, el principal debate hasta la fecha ha sido el del reparto de asientos. Al final, la inicialmente prevista reunión del G-20 se ha convertido en el primer encuentro del G-28. Además de los países más industrializados y de los emergentes, van a estar representados de una u otra manera cinco instituciones internacionales, España, Holanda y la República Checa.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha visto premiados sus esfuerzos con cuatro de las ocho sillas que le correspondían a Francia en su doble condición de país rico y presidente de turno de la Unión Europea. En el marco de esta gentileza, España ha cedido una de sus plazas a la República Checa, a la que le corresponde el liderazgo europeo a partir de enero. No lo ha visto mal el Ejecutivo, que suma así un apoyo para acudir a próximas cumbres. Sarkozy, por su parte, también ha cedido una silla a Holanda.

REGULAR O SOBRERREGULAR Las posiciones de partida de los tres bloques están más que claras. Y no son fácilmente conciliables. Los asistentes quieren dar una imagen de unidad y lograr alguna medida concreta. La idea que más suena es la propuesta del premier británico, Gordon Brown, de impulsar estímulos económicos y fiscales globales.

A partir de ahí, las diferencias. Europa va a promover una mayor regulación y control del sistema. La máxima es que no quede un solo territorio, una sola entidad o un solo segmento del sector sin supervisar. En este marco, España quiere sacar pecho de su prudente sistema de supervisión, que ha permitido que ninguna entidad financiera entre en quiebra, y de su sistema de garantía de depósitos, que ha logrado que ningún ahorrador haya perdido un euro en las duras crisis del pasado.

EEUU, como adalid del liberalismo, no puede aceptar tal cual estos planteamientos. Bush insiste en que la crisis no debe hacer olvidar que el libre mercado es el mejor sistema económico inventado. Cualquier tentación de "sobrerregular" el mercado será vetada por el país. Los países emergentes están interesados en ganar peso en los organismos económicos internacionales, como el FMI y el Banco Mundial.

Poca cosa, en suma, como para frenar la caída de la economía. Si el jueves le tocó a Alemania, ayer fueron Italia y la zona euro las que cayeron oficialmente en la recesión. EEUU no dará sus datos hasta enero, pero todos los indicadores apuntan en esa dirección. El FMI ya ha augurado que la economía mundial entrará en recesión el año que viene por primera vez desde la segunda guerra mundial.