Detroit no fue el único. Las principales instituciones financieras de Estados Unidos también necesitaron ingentes cantidades de ayudas en forma de dinero público para salir adelante, un rescate todavía más impopular que el de las firmas automovilísticas, y que desató críticas furibundas tanto de ciudadanos de a pie como de congresistas. Eso dio paso a una reforma de las reglas del juego menos ambiciosa de lo que se planteó inicialmente, pero que cambiará la forma de hacer negocios en Wall Street. El presidente Barack Obama se apuntó así otra pequeña victoria en su batalla por defender la intervención del Gobierno en sectores clave para la impulsar la recuperación económica.