El imaginario popular asocia el logotipo de Zara a atributos situados en el campo semántico de la sobriedad, la solvencia y la eficiencia. Es el resultado de una gestión empresarial dirigida con ideas claras y mano firme desde su fundación en 1975, tiempo en el que su clientela ha visto proliferar sus racionalistas escaparates por ciudades y centros comerciales de todo el mundo sin necesitar acudir jamás a ruidosas campañas publicitarias ni a otros fuegos de artificio.

También es un reflejo del carácter de su creador, Amancio Ortega, quien aúna la circunstancia de ser el hombre más rico de España y el noveno del planeta (la revista Forbes le calcula una fortuna de 18.300 millones de euros), a una tendencia natural a la discreción y a dar pasos con pies de plomo. Si nunca hubo saltos al vacío en la biografía del máximo responsable de Inditex --la multinacional gallega del textil cuya primera y principal gallina de los huevos de oro es Zara--, ¿alguien los esperaba en el momento del adiós?

No es ese el estilo de la casa. Con la eficacia discreta y previsible de un reloj suizo, sin campanazos ni sin sorpresas, Amancio Ortega ha anunciado esta semana que a sus casi 75 años (los cumplirá en marzo) se retira del puente de mando de su imperio empresarial y sitúa al frente al que lleva un lustro siendo su mano derecha, el consejero delegado Pablo Isla, de 46 años. Sin embargo, todas las miradas se han dirigido rápidamente hacia Marta Ortega Pérez, la discreta y poco conocida hija menor del empresario (27 años), señalada desde hace tiempo como heredera natural del trono.

El plan es tan práctico y simple como el cuello de una camisa: experto en gestionar grandes compañías, Isla continuará con la expansión que ha llevado a las ocho marcas de Inditex (Zara, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Pull & Bear, Oysho, Zarahome y Uterqüe) a colocar 7.900 tiendas en 77 países, mientras la probable futura presidenta continúa su maduración como business woman.

A estas alturas de su vida, Marta no parte de cero. Bien al contrario, todo en su biografía ha sido coherente con ese destino: escuela con los jesuitas de A Coruña, secundaria en un college suizo, empresariales en el European Business School de Londres, cursos de economía financiera, dominio de inglés, francés e italiano-

Tiene preparación suficiente para haber iniciado su vida laboral en un despacho, pero su padre, que debutó con una modesta tienda de batas en los años 70, ha preferido que su hija conozca de cerca la expresión empezar desde abajo . Todo lo cerca que su condición de hija del jefe le permite: aprendió a ordenar percheros en las tiendas de Zara de Londres, conoció el funcionamiento de sus locales de París y Shanghái, se familiarizó con los departamentos de la empresa, se especializó en Bershka, su favorita, y últimamente regresó a la sede central de la entidad, no como una empleada más, pero aún tampoco como la máxima directiva que está llamada a ser.

Los caballos y el novio

Si Amancio Ortega ha sido capaz de edificar de la nada la tercera mayor compañía del país --hoy valorada en 35.300 millones de euros, con beneficios que no han parado de crecer durante la crisis--, pocos pensaban que su plan iba a dejar al azar el día después de su marcha. Queda claro ahora que su hija menor era la mayor de sus inversiones, aunque el precio incluyera facturas como la del centro hípico de Casas Novas que mandó construir cerca del hogar para que la joven diera rienda suelta a su afición por los caballos, gusto que ambos comparten. Hija única del segundo matrimonio de Amacio Ortega, con Flora Pérez Marcote, los otros dos hermanos de Marta --hijos de Rosalía Mera, primera esposa del magnate y cofundadora de Zara-- no son competencia para ella: Marcos nació con una discapacidad congénita y Sandra, psicóloga de carrera, nunca ha manifestado el menor interés por el mundo de la empresa.

Despejado el camino, el único obstáculo que podría encontrarse Marta Ortega para acceder al mando de Inditex es ella misma. Sus últimas fotos publicadas son de esta Navidad, donde aparece departiendo amistosamente con Athina Onassis y Cayetano Martínez de Irujo en un torneo hípico celebrado en sus instalaciones ecuestres, sin separarse del lado de su novio, el jinete asturiano Sergio Alvarez Moya. ¿Dios los cría y la fortuna los junta? El futuro dirá si Marta acaba convirtiéndose en Lady Zara o en la empresaria más poderosa del país.