La pugna larvada desde hace tiempo en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y su institución hermana, el Banco Mundial (BM), a cuenta de la distribución de poder entre las economías tradicionales (Estados Unidos y Europa) y las economías emergentes ha encontrado este fin de semana en Washington el momento para estallar. En su reunión anual, el FMI debatía ayer las reformas necesarias para asegurar el futuro de la institución, en un momento de grandes turbulencias financieras originadas en EEUU, de debilidad extrema del dólar y de un peso transcendental de algunos países, como China y la India.

A ello se le unen los tempestuosos meses vividos por ambas instituciones, que han supuesto la partida antes de tiempo, por diferentes motivos, de sus dos dirigentes: Paul Wolfowitz, del BM y Rodrigo Rato, del FMI. Además, ayer EEUU exigió al sucesor de Rato, el francés Dominique Strauss-Khan (que asumirá el cargo de director gerente el 1 de noviembre) que haga de la reducción del déficit del FMI --perdió casi 100 millones de dólares en el año fiscal que culminó el 30 de abril-- una de las prioridades de su mandato.

"La reforma del FMI es esencial para continuar con el papel crucial de la institución en la economía mundial. Las reformas son un maratón, no un sprint ", ha dicho estos día Rato, de cara a la reunión del fin de semana.

LAS DISCREPANCIAS No opina lo mismo el denominado G-24, que agrupa a países de Latinoamérica, Asia y Africa, como Brasil y la India, que considera "decepcionantes e inaceptables" las reformas que hay en estos momentos encima de la mesa. "Una redistribución significativa del poder de votación en favor de los mercados emergentes y de los países en desarrollo como grupo debería ser el objetivo principal de la reforma", dijo el G-24 en un comunicado el viernes por la noche, hora de EEUU.

Los nuevos países emergentes, con los gigantes China e India a la cabeza, que han sido el motor del crecimiento de la economía mundial a lo largo de los últimos años, criticaron las condiciones y el escrutinio que les impone el FMI comparado con el que sufren las potencias económicas clásicas, como EEUU o los países europeos. El ejemplo más claro de todo ello es que las turbulencias financieras que empezaron este verano nacieron a causa del precario sistema de hipotecas de Estados Unidos.