Cuando el Congreso de Estados Unidos dio el viernes madrugada del sábado en España luz verde al paquete de estímulo económico planteado por el presidente, Barack Obama, se alcanzó lo que el mandatario definió ayer como "un hito extraordinario". Pero, enterradas entre las 1.073 páginas de la norma que la semana que viene Obama firmará como ley y que inyectará en la próxima década 787.000 millones de dólares (unos 612.000 euros), figura una provisión redactada en 11 folios --y añadida en el último minuto-- que endurece las compensaciones a los altos cargos de instituciones que han recibido o recibirán fondos públicos del plan de rescate financiero.

Pese al rechazo de la Administración, el plan financiero abre una nueva época para Wall Street, haciendo zozobrar su clásica estructura de incentivos. Los nuevos límites dejan pequeña la propuesta realizada por el secretario del Tesoro, Tim Geithner, hace una semana.

La Administración planteó limitar los sueldos a medio millón de dólares y reducirá sus controles a las instituciones que reciban dinero federal a partir de ahora. Sin embargo, según lo aprobado el viernes, quedan prohibidos los bonos en efectivo para los cinco cargos más altos y los 20 ejecutivos mejor pagados de las mayores instituciones, y las compensaciones no podrán superar un tercio de su sueldo anual. Además, los pagos extraordinarios tendrán que abonarse en incentivos a largo plazo como acciones solo liquidables cuando la institución devuelva toda la ayuda.

LAS CRITICAS Las voces críticas --entre las que figuran los más destacados asesores económicos de Obama-- han clamado contra las restricciones que, creen, pueden tener efectos contraproducentes. Entre ellos, auguran una aceleración en la devolución de las ayudas públicas --para lo que la provisión ya no impone la obligación de recaudar nuevo capital privado--, lo que afectaría aún más a la disponibilidad de los bancos para reavivar el mercado de créditos. También insinúan la posibilidad de que se trate de contrarrestar los límites con fuertes incrementos en los salarios de los ejecutivos y que empiece a haber una fuga de talento a instituciones extranjeras o fondos de alto riesgo.

Obama ahora se ve en un aprieto: sabe que tiene que mostrar su empatía con los ciudadanos y congresistas a los que han enfurecido las altas compensaciones bancarias, pero rechaza también el endurecimiento de condiciones que le han impuesto los propios demócratas. Una portavoz de la Casa Blanca declaró el viernes que el presidente "está deseando trabajar con el Congreso para tratar responsablemente este asunto".