El Gobierno portugués se ha visto obligado a presentar un impopular plan de choque para superar la crisis económica. Sin duda, ése es el tema que más preocupa a la mayoría de la población en estos momentos. El pasado enero, poco antes de la celebración de las elecciones legislativas anticipadas, más del 80% de los ciudadanos reconocieron que Portugal "no marcha bien".

La mayoría absoluta del Partido Socialista (primera en su historia) fue un claro aviso de que los portugueses querían un cambio. José Sócrates (ahora primer ministro) prometió que no aumentaría de nuevo los impuestos, y los portugueses, por lo menos, le concedieron el beneficio de la duda.

Tres meses después de su llegada al poder, Sócrates ha incumplido su palabra. Esta semana, tras ser divulgado el verdadero estado de las cuentas públicas, el Ejecutivo ha tenido que redefinir su política y poner en marcha las primeras medidas. "Necesitamos acciones efectivas e inmediatas", afirmó Sócrates antes de revelar sus intenciones. El aumento de los impuestos sobre el tabaco y los productos petrolíferos, y la subida del IVA al 21% han sido algunas de ellas.

Las medidas no han agradado a ningún líder político. Para Marques Mendes, secretario general del principal partido de la oposición, el incremento de los impuestos "hará que la economía portuguesa esté cada vez más débil". A la derecha lusa le preocupa que, siendo las tasas españolas más bajas, "la competitividad de las empresas portuguesas sea cada vez inferior".

POLEMICAS MEDIDAS Sócrates, que ya había previsto alteraciones en su programa de gobierno, ha anunciado que habrá que alargar la edad de la jubilación de los funcionarios a los 65 años, congelar el ascenso automático de las carreras públicas, reducir los premios de los administradores de empresas con capital público y acabar con las pensiones vitalicias de los diputados.