El Fondo Monetario Internacional, institución creada hace casi 60 años para preservar el equilibro del sistema financiero mundial, se apresta a entrar en la lucha contra el terrorismo. Esta es una de las novedades más importantes que encontrará el exministro Rodrigo Rato en su despacho cuando asuma en los próximos días, salvo sorpresas, el cargo de director gerente del Fondo. Rato llegó ayer a Washington para cerrar los últimos flecos de su candidatura.

El FMI no se limitará a asesorar a gobiernos en la lucha contra la financiación del terrorismo, como viene haciendo desde hace algo más de un año en un programa piloto, sino que se dispone a canalizar fondos para que países sin recursos puedan sufragar los medios materiales y humanos para participar en la cruzada contra el terror.

Este nuevo paso en las actividades del Fondo lo anunció anteanoche (madrugada de ayer en España) en conferencia de prensa el ministro de Finanzas británico, Gordon Brown, que preside el Comité Monetario y Financiero Internacional del FMI.

RECURSOS A la pregunta de si el Fondo podrá asumir más responsabilidades contra la financiación del terror y el lavado de dinero sin echar mano de sus actuales recursos, Brown dijo que una institución que tiene entre sus principales funciones la vigilancia de las finanzas internacionales también debe velar por la efectividad de la lucha contra la financiación del terrorismo.

En ese sentido dijo que es "importante" ayudar a países que aprueban legislaciones antiterroristas, pero carecen de medios para ponerlas en marcha.

En el vuelco del FMI hacia la lucha antiterrorista han tenido mucho que ver las presiones de EEUU, principal accionista de la institución. La Administración de George Bush quiere que la comunidad internacional, a través del FMI, ponga más dinero para hacer frente al terror.

El comité que preside Gordon Brown pidió a Washington equilibrar sus finanzas. EEUU tendrá este año un déficit de 521.000 millones de dólares. Si sigue la tendencia, perderá un 3,75% de su crecimiento a largo plazo y reducirá en un 4,2% el potencial de expansión del resto de las economías desarrolladas.