La tesis de que las terceras generaciones dilapidan las empresas creadas por sus progenitores tiene algo de cierto, pero no porque los nietos sean unos haraganes, sino porque mantener una compañía en un alto nivel de excelencia puede ser más difícil que crearla a partir de cero.

La muerte de Agnelli coincide con una grave crisis del gigante que fundó su abuelo y que él supo gobernar durante decenios. Pero este es un momento en el que es imprescindible reinventar la empresa, una misión para la que quizá el dueño esté menos capacitado que alguien ajeno a la propiedad.