Desde que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció su propósito de subir impuestos "a los que más tienen" para repartir los sacrificios de la reducción del déficit, un nuevo debate se ha instalado en la sociedad: ¿qué se entiende por rico? Algunos ejecutivos autonómicos también hacen cálculos sobre dónde está el dintel de la riqueza, o de las rentas altas; se especula con 100.000 euros anuales de ingresos.

Hace unos 20 años a Emilio Botín, padre, le hicieron la misma pregunta en una entrevista televisiva: "En este país hay muchos que presumen de ser ricos. Pero, ricos, ricos de verdad, solo lo somos unos pocos".

Puede que así fuera hace 20 años. En fechas más cercanas, el Informe anual sobre la riqueza en el mundo, que desde hace 13 años elaboran Merrill Lynch y la consultora Capgemini, sitúa a España entre los 12 países donde existen más grandes patrimonios. Con datos del 2008, calcula que 127.100 españoles tienen una riqueza financiera equivalente a un millón de dólares (unos 820.000 euros), sin contar su primera vivienda ni otros bienes de consumo.

LOS RICOS CLASICOS Este censo abarca mucho más que la tradicional lista de ricos de Forbes, donde aparecen nombres de españoles como Amancio Ortega (Inditex), Isak Andic (Mango), Rosalía de Mera (ex-Inditex), Manuel Jové (ex-Fadesa), Alicia y Esther Koplowitz (FCC), Alberto Cortina y Alberto Alcocer, Florentino Pérez (ACS), Emilio Botín (Santander) y Juan Abelló.

Según la consultora DBK, en España hay 143.500 clientes con un volumen de patrimonio de entre 600.000 y dos millones de euros, y 61.500 que tienen más de dos millones. Otros estudios cifran entre 25.000 y 30.000 las personas con un patrimonio líquido superior a tres millones en España. Se estima entre 300.000 y 400.000 millones el patrimonio financiero de los clientes de la banca privada, un patrimonio que ya no está gravado y sobre el que una tasa del 1%, por poner un ejemplo, daría entre 3.000 y 4.000 millones al fisco.

Este colectivo parece ser el caladero de los nuevos recursos fiscales que persigue el presidente del Gobierno. Se trata de un colectivo mucho más selecto del que abarcaba el extinto impuesto sobre el patrimonio, en cuyo censo había un millón de contribuyentes que aportaban 1.800 millones. Solo 89.000 de ellos declaraban una base imponible superior a un millón de euros. Eso, incluyendo los bienes inmuebles. La cifra de contribuyentes con una base superior a 2,5 millones era de tan solo 18.264 y apenas había 1.467 por encima de 10 millones de euros.

Cabe preguntarse a qué se debe tan enorme diferencia entre el censo de ricos de Hacienda y el que maneja la banca de inversión. "Es la evidencia clarísima de un enorme problema de fraude fiscal", responde Francisco de la Torre, secretario general de la Organización Profesional de Inspectores de Hacienda del Estado. Suprimir el impuesto sobre el patrimonio fue "un gran error", dice, porque ha desaparecido como instrumento de control.

El gran problema era que acababa recayendo sobre las clases medias. Ahora existe el mismo peligro. Entre los numerosos globos sonda del Gobierno está la posibilidad de restaurar una figura especial para contribuyentes de más de un millón.

SIN SER UN ROCKEFELLER En el anterior impuesto, para dar como resultado una base imponible de un millón no era necesario ser un Rockefeller. Bastaba con ser de clase media alta, con una vivienda valorada en 421.000 euros, una casa en la playa (120.00 euros), otra en alquiler, procedente de una herencia (400.000 euros) un fondo de inversión (100.000 euros) y depósitos por 110.000 euros.

La estadística del IRPF tampoco resulta muy útil para detectar quiénes son los ricos, pues es un impuesto que recae sobre las rentas del trabajo. De los casi 18 millones de declarantes, 178.407 presentan una renta superior a 120.000 euros y solo 13.058 superan los 600.000. El tipo marginal máximo del 43% entra en juego a partir de una base superior a 53.407 euros. Sin embargo, las rentas más altas logran tributar a un tipo mucho más bajo, del 21%, ya que sobre todo perciben rentas del capital.

Pero los estudios de la banca de inversión demuestran que